Texto

Wo Es war, soll Ich werden

¿Por qué ha tenido tanta resonancia esta frase, que Freud no utilizó más que al final de la conferencia 31a sobre “La división de la personalidad psíquica”?[1]

Porque puede leerse allí, condensadamente, una dirección de la cura.

Creo que la exploración de los sentidos posibles que puede tomar esa frase, tanto en Freud como en Lacan, nos permite preguntarnos una vez más en qué consiste un análisis, qué persigue la dirección de una cura, cuál es su ética.

* * *

Empecemos por el principio: su traducción. Como siempre, es interpretable y abre un abanico de posibilidades que, de hecho, ha dado lugar a varias y distintas versiones.

Wo Es war: donde era. El “Es” es el pronombre neutro, es impersonal. Es un sujeto que no es sujeto. En castellano no se traduce, se dice “era”. Se lo utiliza para decir, por ejemplo, “era una vez”, con verbos impersonales.

En inglés, Strachey lo tradujo: “Where id was”: Donde eso era. El “id”, del latín, es un término equivalente al “it” (pronombre neutro en inglés) que se aplica a cosas inanimadas, a niños de teta y a los animales cuyo sexo no puede determinarse.

En castellano, López Ballesteros también escribe con minúscula “Donde era ello”.

En la edición alemana, el “Es” está con mayúscula, dando lugar a la traducción que hizo Etcheverry para Amorrortu: “Donde Ello era”, con mayúscula. Alude al Ello como instancia psíquica.

La segunda parte de la frase: “Soll Ich werden” puede traducirse por: seré yo, sobrevendrá, devendrá el yo. El “Soll” indica que el “werden” no es imperativo, indica un deber que podría no realizarse, no ser. Es un potencial.

Strachey lo traduce: “there ego shall be”: allí el ego será.

López Ballesteros dice: “ha de ser yo”, lo cual da cierta idea de potencialidad.

Etcheverry lo interpreta “Yo debo devenir, con mayúscula también, como está en alemán.

El término alemán que connota deber, en el sentido propio, moral, es “muss”, que se traduce debo ser o tengo que, en imperativo. Este término lo retomaré en la conclusión.

Entonces, a modo de resumen, las traducciones que se han hecho de la frase “Wo Es war, soll Ich werden” son estas:

Donde era, seré yo (traducción literal)

Where id was, there ego shall be (Strachey)

(Donde eso era, allí el ego será)

Donde era ello, ha de ser yo (López Ballesteros)

Donde Ello era, Yo debo devenir (Etcheverry).

* * *

Al final de la conferencia 31a, donde Freud enuncia esta frase, está homologando la terapéutica analítica con las prácticas místicas, que consiguen desordenar los vínculos normales entre el yo y el ello, logrando llegar por la vía de la percepción a nexos antes inasequibles. “En una dirección similar, el psicoanálisis propone fortalecer al yo, hacerlo más independiente del superyó, ensanchando su campo de percepción y ampliando su organización de manera que pueda apropiarse de nuevos fragmentos del ello. Donde Ello era, Yo debo devenir”.

Ese enunciado, que dicho así parece no dejar lugar a dudas, sabemos a qué prácticas relativas al psicoanálisis del yo ha dado lugar. Fue precisamente la reacción frente a esas prácticas lo que llevó a Lacan a replantear tantas veces esta frase freudiana.

Pero antes de ir a Lacan, quiero contextuar los términos “fortalecer al yo” y “ampliar su campo de percepción” en la concepción freudiana del aparato psíquico y de la cura.

La conferencia 31a es prácticamente una revisión del artículo “El yo y el ello” [2]. Allí Freud define al yo como la esencia que parte del sistema percepción y que es primero preconsciente, y al ello como lo otro psíquico en el que el yo se continúa y que se comporta como inconsciente.

Freud se pregunta si ese otro puede devenir conciente en su sitio y lugar, o tiene que ser conducido hacia adelante, hasta el sistema percepción. Eso otro tiene que ser percibido como si fuera una cosa del mundo exterior, porque sólo puede devenir conciente lo que ya una vez fue percepción conciente. Lo que desde adentro quiere devenir conciente tiene que intentar trasponerse en percepciones exteriores. Por eso todo saber para el sujeto proviene del exterior. Si ahí se discierne un algo es porque ese algo se distingue cualitativamente de un otro.

En “El yo y el ello”, la expresión “otro” es la marca de la cualidad. Hay algo discernido como un otro que el yo mismo, que está en otro lugar, pero que es al mismo tiempo su continuidad. Hay dos direcciones: la del devenir conciente, que se cumple desde el ello hacia el yo – vía la reactivación alucinatoria de la palabra – y la otra dirección opuesta, que es un devenir inconsciente, dado que el yo es primero conciente, pues parte del sistema percepción, y sólo después es inconsciente.

El yo parece ser entonces ese punto de encuentro entre esas dos direcciones de devenir: de lo conciente hacia lo inconsciente y viceversa.

La condición del devenir conciente es la conexión de la representación inconsciente con la representación-palabra.

Pero la palabra es ese punto de encuentro entre esos dos procesos de devenir: de lo inconsciente, las huellas mnémicas, con lo que les otorga una nueva cualidad, la conciencia. Sólo así podemos devenir en el saber, en el conocer autoproducido alucinatorio de la palabra, lo que una vez devino en la realidad.

Esta es la partición del sujeto dominada por esa discordancia temporal irreductible entre lo que fue y lo que habrá de ser; entre eso que el yo fue, primero, alteración del ello percepción que devino inconciente y por otro lado, lo que fuerza por ser, que retorna en el recuerdo reproductivo, en la palabra. El funcionamiento del aparato no deja lugar a dudas: lo que concierne a la conciencia, la cualidad, es del sistema w, es percepción. El recuerdo reproductivo, para ser conciente, tiene que adquirir cualidad en el sistema w . Ampliar el campo de percepción del yo, hacer conciente lo inconciente, no puede querer decir otra cosa que trasponer en percepciones lo que retorna como representación-palabra desde lo preconciente.

Pero esa trasposición, como lo indica este término, es lo opuesto a la agregación de saber. La trasposición es precisamente una nueva percepción, algo que viene de afuera, una nueva cualidad. No es el reforzamiento que proviene de lo reconocido desde adentro, del sistema y preconciente, sino algo nuevo, desconocido. Un nexo que no estaba. Esto es efecto de la interpretación.

Vale decir que ese reforzamiento alude al yo real como matriz, al yo real inicial cuyo núcleo es la percepción.

Ese yo está del lado opuesto a la autoconciencia o al saber autorreflexivo, y no responde en absoluto a la voluntad. Se trata del reforzamiento del yo real superficial, que es en esencia un yo-cuerpo, que en el orden de lo simbólico no tiene representación en ningún significante, que es justamente vacío de representación. O cuya representación en la palabra es imposible.

De modo que lo que quedaría afirmado es la falta de representación. Eso que Freud tematiza en “Análisis terminable e Interminable” [3] como la feminidad.

El fin del análisis se juega en términos de aceptación o rechazo de esa percepción de la diferencia sexual anatómica. Por eso dice allí que “no hay duda de que una etiología traumática de la neurosis ofrece un campo más favorable para el psicoanálisis. Sólo entonces, gracias a haber reforzado el yo del paciente, logrará sustituir por una solución correcta, la inadecuada decisión hecha en la primera época de su vida. Solamente en tales casos se puede hablar de que un análisis ha terminado definitivamente”. Lo cual implica la aceptación, y no el rechazo, de la feminidad, o la castración.

* * *

El trauma no es otro que ese encuentro con la falta en el Otro, esa visión de los genitales femeninos. El trabajo del análisis rescata los restos visuales y auditivos, y los afirma como percepciones. Ahora bien, esto puede o no suceder. Es algo que puede o no realizarse. Ni está escrito que suceda por el hecho de comenzar un análisis, ni el analista puede producirlo. No es algo del orden de un hacer, sino de lo que puede devenir o no él mismo lo que era. Creo que ése es el sentido más próximo al “soll”.

Por otra parte “eso” que era , ¿puede llamarse Ello con mayúscula antes que devenga el yo? De ahí las traducciones diversas que se han hecho, tanto con minúscula, “eso”, como con mayúscula, “Ello”, dado que por alguna razón Freud lo escribió con mayúscula.

Haré un breve recorrido para indicar cómo fue trabajando Lacan la afir-mación freudiana “Wo Es war, soll Ich werden”.

En el Seminario I[4], se pregunta si allí donde el ello estaba, allí el ego debe estar. ¿Se trata de un desplazamiento, donde el ego debe ser realizado en lo que el sujeto reconoce de sí mismo? La fórmula freudiana, si se entiende como una grosera espacialización, se reduce a un acto de espejismo. El ego se ve entonces en un sí mismo que no es más que su última alienación, tan sólo más perfeccionada, que todas las que hasta entonces conoció. El progreso del análisis no consiste en la ampliación del campo del ego, no es la reconquista por el ego de su franja desconocida: es un verdadero vuelco, un desplazamiento ejecutado entre el ego y el id (el eso). Recordemos aquí el término “trasposición”, de Freud.

En el Seminario II[5], propone tomar el Es como la letra S, el sujeto (sin barrar) que está allí, desde siempre. Se conoce o no se conoce. Tiene o no tiene la palabra. Al final del análisis es él (sujeto barrado) quien debe tener la palabra y entrar en relación con los verdaderos Otros. Es ahí donde el sujeto reintegra auténticamente sus miembros disgregados, y reconoce, reunifica, su experiencia.

En “La cosa freudiana”[6] aclara que Freud no escribió ni “das Es” ni “das Ich”, como lo hace para designar las instancias psíquicas. El “Es”, sujeto desprovisto de cualquier “das” o de otro artículo objetivante, es de un lugar de ser de lo que se trata: “este soy” “ce suis je” antes de que se dijese “soy yo” “c’est moi” . Llegar a ser, es decir, no sobrevenir, ni siquiera advenir, sino venir a la luz de ese lugar mismo en cuanto que es lugar de ser. Allí donde se era, mi deber es que yo venga a ser. Se trata de analizar si el yo [je] y el yo [moi] se distinguen y recubren, y cómo, en cada sujeto particular.

En el Seminario “La relación de objeto” [7] intenta saber qué es el “eso”. Antes de que el yo devenga sí mismo o el eso, había algo que eso era: lo real puede presentarse como lo que está antes de que un cierto funcionamiento simbólico sea ejercido. El “Es” es lo que en el sujeto es susceptible devenir yo [je]: no es una realidad bruta; es algo que ya está organizado y articulado como lo está el significante. Es el lenguaje. Eso es el Es que está dado y en esto descansa la posición analítica. Cuando abordamos el sujeto sabemos que hay ya en la naturaleza algo que es un Es y que por ese hecho está estructurado según el modo de su articulación significante.

En “La instancia de la letra en el inconciente”[8], hay una finalidad que es de reintegración y de concordancia, incluso de reconciliación. Donde estuvo eso, habré de ser: algo que fue parte de uno con lo que se recupera el lazo. Aquí retorna esa noción de reunificación, de reintegración, que ya estaba en el Seminario II. Esto lo fuerza a Lacan a aclarar que, no obstante, si se desconoce la excentricidad radical de sí a sí mismo, con lo que se enfrenta el hombre, esa verdad descubierta por Freud, se desorienta toda la acción analítica. Ahí hay un problema. ¿Cuál es pues ese otro con el que estoy más ligado que conmigo mismo? Ese Eso que nos propone alcanzar no es algo que pueda ser ojeto de un conocimiento, sino lo que hace mi ser.

En el Seminario “La Etica del psicoanálisis” [9] denomina a esa frase “el imperativo original”, que sitúa en el principio mismo del análisis. Se trata de una experiencia moral. Ese yo ye que debe advenir donde eso estaba, no es otra cosa que aquello cuya raíz ya tenemos en ese yo que se interroga sobre lo que quiere. Cuando avanza en su experiencia se hace esta pregunta en relación a los imperativos a menudo extraños, paradójicos, crueles, que le son impuestos por el superyó.

¿Se someterá o no el analizante a ese deber superyoico? Su verdadero deber ¿no es acaso ir contra ese imperativo del superyó?

En el parráfo de la conferencia 31a que habíamos transcripto, Freud ya nos había advertido que se trataba de hacer al yo más independiente del superyó.

Esta experiencia moral constituye también la dimensión ética y se sitúa más allá del mandamiento, es decir, más allá de lo que puede presentarse como un sentimiento de obligación.

En Freud, la génesis de la dimensión moral arraiga tan sólo en el deseo mismo y el análisis brinda una profundización de la función del deseo. La cuestión ética se articula en la ubicación del hombre en relación con lo real.

En “Subversión del sujeto” [10], lo que el discurso realiza al vaciarse como palabra, ese corte de la cadena significante, es lo único que verifica la estructura del sujeto como discontinuidad en lo real. Es la vía donde se cumple el imperativo. Si ello no hubiese estado ¿cómo llegar allí mismo para hacerme ser allí, por el hecho de enunciarlo ahora? Allí donde estaba en este mismo momento, allí donde por poco estaba, yo [je] puedo venir al ser desapareciendo de mi dicho.

Hay un efecto de retroversión por el cual el sujeto en cada etapa se convierte en lo que era como antes y se anuncia “habrá sido”; donde el sujeto sustituye al ideal del yo, esa imagen, anticipada, que tomó de sí mismo en su espejo y que es un desconocimiento esencial. El sujeto que cree poder tener acceso a sí mismo designándose en el enunciado, como yo, no es otra cosa que un objeto parcial.

En el Seminario “La Identificación” [11] dice que se trata de un siendo habiendo sido. El deseo se origina en el advenimiento del rasgo unario. “Allí donde la cosa estaba, yo [je] debo advenir.” Habría que reemplazar el origen: la cosa por el uno en tanto que uno, el rasgo unario, allí advendrá el je: todo el camino está trazado en cada punto del camino.

En “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” [12] no se trata del “moi” en ese “soll Ich”, se trata de lo que el Ich es bajo la pluma de Freud: el lugar completo, total, de la red de los significantes, es decir, el sujeto. Hay aquí otro problema: en este texto coinciden en un mismo lugar el Ich, el Otro y el sujeto. El sujeto está allí para dar consigo mismo, donde eso estaba, lo real. Allí donde eso estaba, el sujeto ha de advenir. Y para saber que se está allí no hay más que un método, detectar la red.

En “La ciencia y la verdad” [13] el imperativo freudiano es el llamado al punto de la división del sujeto entre la verdad y el saber.

¿Cómo lo que estaba esperándome desde siempre de un ser oscuro vendría a totalizarse con un trazo que se traza dividiéndolo más netamente? Esa causa es lo que recubre el “soll Ich”, el “debo” que hace brotar la paradoja de un imperativo que me insta a asumir mi propia causalidad, cuando, en realidad, no soy causa de mí.

En el Seminario “La lógica del fantasma” [14] el ello es un des-ser. El modelo del inconciente es un “ello habla” pero a condición de que se perciba bien que no se trata de ningún ser. Es un puro imperativo que Freud ha formulado en el “Wo Es war soll Ich werden”, que puede ser tan impracticable como el deber kantiano. Es por tanto que el inconciente en su esencia viene al lugar del “yo no pienso” que está en el lugar del “yo no soy”: la revelación de alguna cosa que es la verdad de la estructura. Ese factor es el objeto a.

Esta idea es la que desarrolla en el Seminario “El acto psicoanalítico”[15]; donde la revelación del pienso, del inconciente, implica esta dimensión de desactivado que hace que ahí donde más seguramente pienso, al darme cuenta, era. Es lo que define la alienación primera: “donde soy, no pienso”. O no pienso, o no soy. Ese es el lugar de partida.

O sólo soy esa marca, es decir que no pienso, o no soy. Es una elección forzada. Es un no pienso, un sujeto por venir, la dimensión del eso. Se es esta marca o no se es nada; y esta es una cuestión de estructura. (Ver el punto 1° del gráfico)

El recorrido del análisis propone que ese sujeto ingenuo instalado en ese falso ser (allí donde era, no pienso) encuentre su lugar más verdadero, bajo la forma “allí donde era” a nivel del “no soy”, que se encuentra en el objeto a.

Que esa falta que subsiste a nivel del sujeto natural, del falso ser del comienzo, se traduzca, al fin de un análisis, como castración, no sólo formulada sino encarnada.

* * *

Es decir que el recorrido de un análisis se cumple entre dos “Wo Es war”, dos “allí donde era”, que corresponden a la distancia que escinde el inconciente (el 2°) del eso (el 1°).

El 1°) queda ligado al sujeto por venir, efecto de la marca, al no pienso del yo real inicial. El sujeto como falta.

El 2°) tiene su sitio opuesto, el lugar del inconciente ligado al no soy, del inconciente como objeto, objeto de la pérdida. Ese objeto causa del deseo, donde la falta se constituye como pérdida. El sujeto no es causa de sí, sino que depende de esa causa, que lo hace dividido, que es el objeto a.

Está supuestamente sabido en el enunciado que el “allí donde era” es falta a partir del sujeto; algo falta, porque era, fue. Pero sólo lo es verdaderamente si el sujeto se hace pérdida. Ahora bien, esto es lo que el sujeto sólo puede pensar haciéndose ser: “Pienso, dice, luego soy”. Se arroja inexorablemente en el ser por ese falso acto que se llama el cógito: es la gran forclusión del ser.

El advenimiento del sujeto por el significante implicaría la muerte del eso. El resurgimiento del ser en el análisis tiene por condición darse cuenta que el ser es ser sin esencia; es un sujeto que, en el acto, no es. Hacen falta algunos desfasajes, algunas sacudidas, fisuras en ese saber, para que de golpe uno se dé cuenta, para que se renueve ese saber que se sabía de antes. El progreso lógico es esencialmente esa realización de la falta como tal: fálica. Esa pérdida que estaba allá de entrada, antes de que el trayecto sea recorrido, será realizada, al final, en otra parte.

Eso fue siempre formulado expresamente por Freud: Donde eso era, el sujeto debe advenir; dos lugares distintos que son uno. El recorrido mismo se trata de una intervención significante.

Por último, en el Seminario “El reverso del psicoanálisis” [16] es al analista, y sólo a él, a quien se dirige la fórmula freudiana. De acuerdo al discurso del analista:

a    /S

S2    S1

Si el analista trata de ocupar ese lugar arriba a la izquierda que determina su discurso, es precisamente porque no está ahí, por sí mismo, en absoluto. Es ahí donde estaba el plus de goce, el gozar del otro, adonde yo, en tanto profiero el acto psicoanalítico, debo llegar.

Para concluir

Lacan propone sustituir el “soll”, en la sentencia, por el “muss”, que, como habíamos dicho al comienzo, es el término que en alemán indica inequívoca-mente un imperativo moral, un deber, un tener que.

En el Seminario “La lógica del fantasma” Lacan dice “muss Ich”: “yo debo devenir el desecho, el objeto a”. Si bien ese deber atañe al analista, creo que también compromete al sujeto, en tanto sujeto del análisis, dado que ese pasaje por el lugar donde el sujeto se produce como pérdida —que requiere la expulsión del objeto— es también un lugar de estructura. Me inclino a favor del “soll” freudiano que deja abierta la posibilidad, pero que no indica un imperativo moral sino que, como señalé antes, es del orden de un suceder.

La alienación originaria es la sujeción al significante del Otro primordial. Ese es un encuentro traumático, ya que se trata de un encuentro con el Otro anterior al sujeto. Un encuentro para el cual no hay sujeto, por eso no hay eleccción posible entre la marca y el ser. El ser es efecto de esa marca significante, o no es.

Esa alienación puede incluso ser elegida, pero no esa primera vez, sino por vez primera, en el análisis. En este sentido es que puede entenderse el fortalecimiento yoico, como reinscripción de esa marca, en esta vez primera, que implica algo del orden de una elección o de una decisión, que queda del lado del sujeto, no del yo.

Reitero entonces los términos de Freud, que habíamos tomado de “Análisis terminable e interminable”: “No hay duda de que una etiología traumática ofrece un campo más favorable para el psicoanálisis. Sólo entonces, gracias a haber reforzado el yo del paciente, logrará sustituir por una solución correcta la inadecuada decisión hecha en la primera época de su vida. Solamente en tales casos se puede hablar de que un análisis ha terminado definitivamente”.

Bibliografía

-Etcheverry, José Luis- “Donde Ello era, Yo debo devenir: Una lectura posible de El yo y el ello”, en Sobre la versión castellana, en OC, Amorrortu Ed , Bs As, 1986.



[1] Freud, Sigmund- “La descomposición de la personalidad psíquica”, en “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”, en OC, Amorrortu Ed , BsAs, 1986, T. 22.

[2] Freud, S. – “El yo y el ello”, en OC, Amorrortu Ed , BsAs, 1986, T. 19.

[3] Freud, S. – “Análisis terminable e interminable”, en OC, Amorrortu Ed , BsAs, 1986, T. 23.

[4] Lacan, Jacques- “Los escritos técnicos de Freud”, en “ El Seminario de Jacques Lacan”, Ed.Paidós, BsAs, 1981, T.1.

[5] Lacan, J.- “El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica”, en “ El Seminario de Jacques Lacan”, Ed.Paidós, BsAs, 1983, T.2.

[6] Lacan, J. -“ La cosa freudiana o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis”, en “Escritos I “, Siglo Veintiuno Ed, México, 1980.

[7] Lacan, J.- “La relación de objeto”, en “ El Seminario de Jacques Lacan”, Ed.Paidós, BsAs, 1994, T.4.

[8] Lacan, J.- “La instancia de la letra en el inconcsciente o la razón desde Freud”, en “Escritos I” Siglo Veintiuno Ed, México, 1980.

[9] Lacan, J.- “ La ética del psicoanálisis”, en “ El Seminario de Jacques Lacan”, Ed.Paidós, BsAs, 1988, T.7.

[10] Lacan, J.- “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” en “Escritos I”, Siglo Veintiuno Ed, México, 1980.

[11] Lacan, J.- “La identificación”, inédito.

[12] Lacan, J.- “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, en “El Seminario de Jacques Lacan”, Ed.Paidós, BsAs, 1986, T.11.

[13] Lacan, J.- “La ciencia y la verdad”, en “Escritos I”, Siglo Veintiuno Ed, México, 1980.

[14] Lacan, J.- “La lógica del fantasma”, inédito.

[15] Lacan, J.- “El acto psicoanalítico”, inédito.

[16] Lacan, J.- “El reverso del psicoanálisis” en “El Seminario de Jacques Lacan”, Ed.Paidós, BsAs, 1992, T.17.

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