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El porvenir de la enseñanza del psicoanálisis

Es de nuestra cotidianeidad escuchar preguntas-comentarios como estos:

 

¿Por qué no lo medica?

Lo que está haciendo no sirve

¿Para qué sirve el psicoanálisis?

 

Ante lo cual surge la pregunta: ¿somos nosotros los que vamos cediendo el espacio que ocupan las neurociencias y la psiquiatría? Y por qué no, otras disciplinas de moda.

 

Leyendo tres conferencias compiladas bajo el título “Mi enseñanza” de Lacan me han llevado a replantearme el lugar del psicoanálisis en nuestro tiempo, no solo en el consultorio sino también en la contingencia de trasmitirlo, para que continúe.

 

Se trata de tres Conferencias

-Lugar, origen y fin de mi enseñanza. Asilo Vinatier, Lyon. 10/67

-Mi enseñanza, su naturaleza y sus fines. Internos de psiquiatría de Burdeos. 20/4/68

-Entonces habrán escuchado a Lacan. Facultad de medicina de Estrasburgo. 10/6/67

 

Destaco a los interlocutores de Lacan en ese tiempo y el lugar del maestro que transmite en presencia, su experiencia. Ya estaban circulando sus Escritos.

 

Quiero tomar este sesgo; dice Lacan en estas conferencias:

  • nos cabe a nosotros mantener vigente el psicoanálisis, pensando incluso en las nuevas generaciones de analistas; es nuestra responsabilidad que perdure y esto depende de cómo lo trasmitamos.

 

Ahora bien, con lo que nos encontramos en nuestro tiempo es que cuando se orienta a leer referencias, es a lo último que se publicó y son de manejo diario las plataformas de consulta, entonces ¿qué lugar tiene ahí el psicoanálisis?

 

En lo actual hay algo de virtualidad, de sacar el cuerpo de la transmisión (plataformas virtuales, seminarios on line). ¿Tomamos una posición en relación a esto o nos seguimos resistiendo con un triste lamento?

 

¿Cómo trabajar lo pulsional en la transferencia con estas nuevas “posibilidades”? Si se trata de la experiencia del pathema, de los matices de la voz… de “lo que se dice en un psicoanálisis” como responde Lacan en la Apertura de la Sección Clínica en enero de 1977 cuando le preguntan “¿qué es la clínica psicoanalítica?”

 

Tenemos nuevos paradigmas. Si antes era condición el diván ahora el psicoanálisis habita otros espacios y dialoga con otros discursos. Decía Freud, el psicoanálisis no es un par de gafas que se pone y se saca…

 

Analista se hace en la experiencia de un análisis y sus controles, experiencia de un saber no enciclopedista, que es el saber de lo inconsciente que se produce, que no puede ser enseñado sino aprendido de sí mismo. Esto abre la posibilidad de un sujeto dividido y su efecto es el saber-hacer del analista en tanto oficio y no profesión o especialidad, de manera que se podrá transmitir lo que se hizo experiencia, de esto trata la ética del deseo de analista; lo que enseña un análisis no se obtiene por ningún otro camino, ni por la enseñanza.

 

Dice Lacan:

El fin de mi enseñanza, pues bien, sería hacer psicoanalistas a la altura de esta función que se llama sujeto, porque se verifica que solo a partir de este punto de vista se comprende de qué se trata en el psicoanálisis.

 

  1. Harari en ¿Qué sucede en el acto psicoanalítico? La experiencia del psicoanálisis del año 2000, en la Introducción, se hace una pregunta de actualidad, dice: “Que es enseñar psicoanálisis”

En el punto 1 “Del discurso del maestro (-amo) al analista analizante” avanza por un lado sobre las dos posiciones tanto de quien lo enseña como de quienes receptan eso que se enseña; y se pregunta si se juega allí algo propio del psicoanálisis o se trata de una enseñanza afín al aprendizaje de otras disciplinas, como ser botánica, paleontología, matemática, etc.

 

Parte de allí para darnos un indicio para pensarlo haciendo una referencia a la alocución de cierre de un congreso de la Ecole Freudienne de Paris, en el año 70, donde Lacan haciendo alusión a algunos expositores –Tostain, Roubleff, Guattari- aduce lo siguiente: “lo que me es preciso acentuar es que, al ofrecerse a la enseñanza, el discurso psicoanalítico conduce al psicoanalista a la posición del psicoanalizante”.

El analista cuando enseña es llevado a la condición de analizante, va de suyo que lo que allí ofrece no es un saber unívoco sin castración; en esa posición lo que ofrece es a título de síntoma. Si es síntoma, si es algo disruptivo, si es algo que ahí pide interpretación, quien está hablando desde ese lugar demanda en consecuencia que el Otro proponga una interpretación de lo que él dice.

 

Por esto  Lacan dirá:

 

Lo que enseño terminará entrando en el consumo corriente. Habrá personas que se aplicarán a ello, que lo harán circular, aunque no será lo mismo, por supuesto, ya que estará un poquito reducido.

Salta a la vista que lo que enseño se relaciona con lo que se llama la experiencia psicoanalítica.

 

Entonces podríamos decir que “se enseña un saber y se trasmite un deseo”; se trasmite la falta. Enseñanza y transmisión pasarán a ser tiempos lógicos en la formación de un analista.

 

Uno entra en este campo de saber por una experiencia única que consiste simplemente en psicoanalizarse. Después de lo cual, se puede hablar.

 

Sobre las marcas del mayo francés la protesta estudiantil habría llevado a la supresión en la universidad de la antigua función del maestro [maitre-amo] para sustituirla por un sistema fundado en el ideal de la comunicación y de la relación pedagógica. Fue uno de los momentos de relevo en la universidad de los intelectuales por los tecnócratas triunfando así la episteme como un verdadero conocimiento de la realidad, sobre la doxa (opinión) que no brinda una certeza absoluta. .

 

Siguiendo con la filosofía platónica, la doxa sería una opinión (conocimiento sensible) producto de la imaginación y de las creencias. La episteme, en cambio, aparece como ciencia (conocimiento inteligible) creado por intuición y razonamiento. Por eso la episteme se acerca al conocimiento verdadero, algo que no puede lograr la doxa.

Lacan cita en estos escritos que “el sueño de la razón engendra monstruos” (Goya)

La universidad nace proponiendo una modalidad de estudio basado en la investigación y producción de saber que fue ganando terreno sobre el pensamiento mágico, la superstición y el oscurantismo de lo medieval.

 

La Dra. Ana Donini en su trabajo “Desafíos de la universidad contemporánea” (Consonancias, publicación trimestral, Año 8/Número 27, marzo 2009) hace una reseña sobre los tiempos en que la universidad ha ido sufriendo transformaciones. Y dice:

Siendo la universidad una institución anterior a la formación de los Estados modernos. Su nacimiento se remonta a los griegos quienes proponían agruparse para estudias, reflexionar y sobre todo para dialogar.

 

La universidad medieval retoma esta propuesta y se constituye en una corporación de maestros y discípulos donde la trasmisión, la producción y la renovación de saber no pueden disociarse.

A finales de 1700 la universidad sufre una grave decadencia: la burocratización de la vida espiritual en los claustros universitarios.

Posteriormente un hito del resurgimiento de la universidad lo marca la apertura de la universidad de Berlin, en 1809. Propone una idea de universidad que vincule ciencia, investigación y enseñanza entendida como educación activa y transfiguración espiritual.

Este modelo universitario, que otorgaba a la integración entre las humanidades y la ciencia un papel central en la construcción de la universidad moderna, se rompe cuando la universidad abandona el ideal de la unidad formativa a favor de unas especializaciones científicas concebidas fragmentadamente, y postula una vida académica que separa radicalmente la ciencia de las humanidades y de la cultura.

De este desgarramiento surge el modelo de la universidad científica y profesionalista que florece en los Estados Unidos después de la segunda guerra y reemplaza a la universidad humanista.

Finalmente un modelo más reciente que se vincula con el contexto neoliberal de finales del siglo XX, es el modelo de universidad gerencialista y mercantilista, funcional a la economía de mercado. Este modelo se vincula con las tecnociencias, una nueva praxis científica, caracterizada por considerar el conocimiento como un medio para otros fines.

 

El discurso universitario tiene una pretensión, “el todo saber”. Aun así, los psicoanalistas hemos ido tomando posición en este ámbito. Si bien el discurso universitario ordena saber más, de lo que se trata es desde donde se toma la palabra haciendo que sea posible que allí también pueda haber una trasmisión. El Significante1 en el lugar de la verdad del discurso universitario, hace que “la pregunta por la verdad resulte aplastada”, el sujeto, en ese lugar propone “sigue sabiendo”. En este discurso se apoya la ciencia entendido como cientificismo, exiliando al sujeto de su verdad. Como resultado rechaza y excluye la dinámica del trabajo de la verdad pero es allí donde como psicoanalistas podemos abrir un diálogo “mostrando” como hacemos lo que hacemos para no seguir cediendo terreno.

 

Lacan en “Psicoanálisis y Medicina” (66) hablando de los fenómenos psicosomáticos propone el nombre de falla epistemológica para indicar el fracaso del conocimiento científico para alcanzar un saber sobre el goce. La tecnología cada vez más sofisticada permite explorar el cuerpo, pero la dimensión de lo inconmensurable del goce se le escapa permanentemente.

Otro modo de manifestarse hoy el discurso de la ciencia, es a través de los manuales de diagnóstico que intentan emparejar con clasificaciones la singularidad de cada sujeto.

 

Va de suyo que tanto Freud como Lacan se nutrieron en el saber académico, llevaron agua para su molino cuando bucearon en la antropología, la historia, la religión, la física, la óptica, el arte, la lingüística, la matemática, la topología, las ciencias duras y las blandas. Pero esto fue para inventar y luego reinventar el psicoanálisis lo que requiere una relación al saber que fracase, insistencia de lo Real para que se puedan forjar nuevos saberes estando siempre en el centro de la experiencia analítica la castración.

 

Freud y Lacan forjaron una enseñanza que impartieron como maestros, enseñanza que cuanto menos preocupación hay por el ensamble de los fragmentos tanto mejor evoca lo fecundo de la falta. Solo esa enseñanza devendrá trasmisión cuando obre en la dimensión de la transferencia que se pone en juego en las tres patas del trípode freudiano con un primer tiempo de alienación en el discurso del maestro. Esto es condición necesaria pero no suficiente para devenir “trasmisión”.

En la institución psicoanalítica es donde se trasmite el psicoanálisis, esa es su función con los artificios con que cuenta; como una trama en lo que la falta se trasmite en acto.

La deuda que contraemos en la formación como analistas son nuestras preguntas y se paga en el compromiso de trasmisión.

Ahora en el S.XXI estamos en medio de otras revoluciones, del auge de lo digital, de internet, de un universo virtual.

El discurso analítico va a contrapelo de los tiempos que corren y esto se juega cada vez que un analista frente al sufrimiento psíquico propone: “hable”.

 

No pienso darles mi enseñanza en forma de comprimido, me parece algo difícil.

Quizá se haga esto más tarde, ya que la cosa siempre termina así.

 

 

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