Texto

Tiempo: referencias freudianas.

LO INCONCIENTE (1915)

Los procesos del sistema Icc son atemporales, es decir, no están ordenados con arreglo al tiempo, no se modifican por el transcurso de este ni, en general, tienen relación alguna con él. También la relación con el tiempo se sigue del trabajo del sistema Cc. (En la edición de 1915 decía “Prcc”).[1]

MANUSCRITO M (1897)

La formación de fantasías acontece por combinación y desfiguración, análogamente a la descomposición de un cuerpo químico que se combina con otro. Y en efecto, la primera variedad de la desfiguración es la falsificación del recuerdo por fragmentación, en lo cual son descuidadas precisamente las relaciones de tiempo. (El corregir en el tiempo parece depender, precisamente, de la actividad del sistema-conciencia). [Este pasaje, así como el de pág. 294, parecen tempranos esbozos de la posterior teoría de Freud sobre la atemporalidad de lo inconciente, así como de su aserto de que una de las funciones del sistema preconciente es dar un orden temporal al acaecer anímico.]. Así, un fragmento de la escena vista es reunido en la fantasía con otro de la escena oída, mientras que el fragmento liberado entra en otra conexión. Con ello, un nexo originario se vuelve inhallable.[2]

[…] el descuido del carácter temporal, es sin duda esencial para el distingo entre la actividad en lo preconciente y en lo inconciente.[3]

ETIOLOGIA DE LA HISTERIA (1895)

Es que se recibe la impresión de que en los histéricos guardan su virtud eficiente todas las vivencias antiguas frente a las cuales ya a menudo se reaccionó, y se reaccionó tormentosamente; como si estas personas fueran incapaces de tramitar estímulos psíquicos. Y es así, señores; de hecho es preciso suponer verdadero algo de esa índole. No olviden que las vivencias antiguas de los histéricos exteriorizan su efecto en una ocasión actual como recuerdos inconcientes. Parece como si la dificultad para la tramitación, la imposibilidad de mudar una impresión actual en un recuerdo despotenciado, dependiera justamente del carácter de lo inconciente psíquico.[4]

LA INTERPRETACION DE LOS SUEÑOS (1900)

En el inconciente, a nada puede ponerse fin, nada es pasado ni está olvidado. Es lo que nos impresiona sobremanera en el estudio de las neurosis, en especial de la histeria. Ese camino inconciente de pensamiento que en el ataque conduce al aligeramiento {de energía} vuelve a ser transitable no bien se ha reunido la energía suficiente. Una afrenta ocurrida treinta años antes producesus efectos ahora como si fuera reciente, después que se procuró el acceso a las fuentes de afecto inconcientes. Tan pronto como su recuerdo es rozado, ella revive y se muestra investida con una excitación que se procura una descarga motriz en un ataque. Precisamente aquí tiene que hincar el diente la psicoterapia. Su tarea consiste en procurar a los procesos inconcientes una tramitación y un olvido. Es que eso mismo que nos inclinamos a juzgar trivial y que explicamos por una influencia primaria del tiempo sobre los restos mnémicos del alma, a saber, el empalidecimiento de los recuerdos y el debilitamiento afectivo de las impresiones que ya no son recientes, es en realidad producto de alteraciones secundarias que se consiguen tras arduo trabajo. El preconciente es el que consuma ese trabajo, y la psicoterapia no puede emprender otro camino que el de someter el Icc al imperio del Prcc.[5]

PSICOPATOLOGIA DE LA VIDA COTIDIANA (1907)

Como estos procesos de la condensación y de la desfiguración se extienden por largos períodos, durante los cuales todas las vivencias frescas contribuyen a la replasmación del contenido de la memoria, suele creerse que es el tiempo lo que vuelve inciertos y deslíe los recuerdos. Muy probablemente respecto del olvido no se pueda hablar de una función directa del tiempo. En el caso de las huellas mnémicas reprimidas, se puede comprobar que no han experimentado alteraciones durante los más largos lapsos. Lo inconciente es totalmente atemporal. El carácter más importante, y también el más asombroso, de la fijación psíquica es que todas las impresiones se conservan, por un lado, de la misma manera como fueron recibidas, pero, además de ello, en todas las formas que han cobrado a raíz de ulteriores desarrollos, relación ésta que no se puede ilustrar con ninguna comparación tomada de otra esfera. Teóricamente, entonces, cada estado anterior del contenido de la memoria se podrá restablecer para el recuerdo aunque todos sus elementos hayan trocado de antiguo sus vínculos originarios por otros nuevos.[6]

INTRODUCCION DEL NARCISISMO (1914)

Agregaré, sólo a modo de conjetura, que la formación y refuerzo de esta instancia observadora podrían contener en su interior también la posterior génesis de la memoria (subjetiva) y del factor temporal, que no rige para los procesos inconcientes.[7]

MÁS ALLA DEL PRINCIPIO DEL PLACER (1920)

Tenemos averiguado que los procesos anímicos inconcientes son en sí “atemporales”. Esto significa, en primer término, que no se ordenaron temporalmente, que el tiempo no altera nada en ellos, que no puede aportárseles la representación del tiempo. He ahí unos caracteres negativos que sólo podemos concebir por comparación con los procesos anímicos concientes. Nuestra representación abstracta del tiempo parece más bien estar enteramente tomada del modo de trabajo del sistema P-Cc, y corresponder aun autopercepción de éste.[8]

NUEVAS CONFERENCIAS DE INTRODUCCION AL PSICOANALISIS (1933)

En el ello no hay nada que pueda equipararse a la negación, y aun se percibe con sorpresa la excepción al enunciado del filósofo según el cual espacio y tiempo son formas necesarias de nuestros actos anímicos. Dentro del ello no se encuentra nada que corresponda a la representación del tiempo, ningún reconocimiento de un decurso temporal y – lo que es asombroso en grado sumo y aguarda ser apreciado por el pensamiento filosófico – ninguna alteración del proceso anímico por el trascurso del tiempo. Mociones de deseo que nunca han salido del ello pero también impresiones que fueron hundidas en el ello por vía de represión, son virtualmente inmortales, se comportan durante décadas como si fueran acontecimientos nuevos. Sólo es posible discernirlas como pasado, desvalorizarlas y quitarles su investidura energética cuando han devenido concientes por medio del trabajo analítico, y en eso estriba, no en escasa medida, el efecto terapéutico del tratamiento analítico.

Sigo teniendo la impresión de que hemos sacado muy poco partido para nuestra teoría analítica de ese hecho, comprobado fuera de toda duda, de que el tiempo no altera lo reprimido. Y, en verdad, puede abrírsenos ahí un acceso hacia las intelecciones más profundas. Por desgracia, tampoco yo he avanzado gran cosa en esa dirección.[9]

NOTA SOBRE LA PIZARRA MAGICA (1924)

He supuesto que inervaciones de investidura son enviadas y vueltas a recoger en golpes periódicos rápidos desde el interior hasta el sistema P-Cc, que es completamente permeable. Mientras el sistema permanece investido de ese modo, recibe las percepciones acompañadas de conciencia y transmite la excitación hacia los sistemas mnémicos inconcientes; tan pronto la investidura es retirada, se extingue la conciencia, y la operación del sistema se suspende. Sería como si el inconciente, por medio del sistema P-Cc, extendiera al encuentro del mundo exterior unas antenas que retirara rápidamente después que éstas tomaron muestras de sus excitaciones. Por tanto, hago que las interrupciones, que en la pizarra mágica sobrevienen desde afuera, se produzcan por la discontinuidad de la corriente de inervación; y la inexcitabilidad del sistema percepción, de ocurrencia periódica, reemplaza en mi hipótesis a la cancelación efectiva del contacto. Conjeturo, además, que en este modo de trabajo discontinuo del sistema P-Cc se basa la génesis de la representación del tiempo.

Si se imagina que mientras una mano escribe sobre la superficie de la pizarra mágica, la otra separa periódicamente su hoja de cubierta de la tablilla de cera, se tendría una imagen sensible del modo en que yo intentaría representarme la función de nuestro aparato anímico de la percepción.[10]


[1] Freud, S. Lo inconciente, en Obras Completas, Amorrortu Ed., Bs. As., 1992, T. XIV, Cap. V, p. 184.

[2] Manuscrito M, T. I, p. 293.

[3] Ídem, p. 294.

[4] La etiología de la histeria, T. III, p. 216.

[5] La interpretación de los sueños, T. V, p. 569.

[6] Psicopatología de la vida cotidiana, T.VI, p. 266, nota 64.

[7] Introducción del narcisismo, T. XIV, p. 93 nota 8.

[8] Más allá del principio del placer, T. XVIII, p. 28.

[9] Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, 29º Conferencia. Revisión de la doctrina de los sueños, T. XII, p. 69.

[10] Nota sobre la pizarra mágica, T. XIV, p. 247.

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