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El oficio de poner(se) y quitar(se) máscaras

Si bien hablaré en parte desde la clínica psicoanalítica con niños, no solamente en ese contexto se juega esta acción de ponerse y quitarse máscaras. Cada cual podrá sacar sus conclusiones y quedarán para el debate, si es posible abrir el juego.

Nada más puro, si hablamos de juego, que el que se suscita en la sesión psicoanalítica con los infantiles sujetos, con todos los Juanitos que hilvanaron a su modo los tres registros, por un lado, y, por otro, los que no se descuentan para contarnos que ese es su nombre.

Algunas cuestiones de principio:

No concibo ninguna intervención con niños desde el psicoanálisis que no sea de jugando, el juego como operación clínica en sí misma y no como una herramienta, o un medio placentero para compartir una lengua con los pequeños. Jugar supone una interpelación al Sujeto, y esto en equivalencia a la afirmación de que el juego es constituyente del Sujeto.

Freud nos habla en algunos textos como Personajes Psicopáticos en el Teatro, el Poeta y la Fantasía, acerca del juego de los niños,  y en ambos artículos se refiere al mismo como una realización de deseos, el deseo es el de ser grandes. Marta Beisin, en 1994 [i], abrió el tema de la personificación a partir de establecer en el corazón de este análisis el tema de la identificación, ubicando en la formulación del deseo de ser grandes, al ser en su eje central. Jugar a ser mayores, ser otro. Pero en la medida que se trata de una realización de deseos, quedan descartadas las teorías imitativas que pueda proveernos la Psicología o la Pedagogía. Si tomamos de Psicología de las Masas el concepto de identificación regresiva, es decir no como una identificación masiva con el objeto sino con un rasgo en común,  y si a partir de allí hacemos jugar desde Lacan la lógica del significante y el trazo unario como marca de la pura diferencia en la serie de significantes que se repiten, nos encontramos con que la identificación es en relación al significante y que, además tiene su sede en la reducción de la pura diferencia entre significantes. Con lo cual, es allí donde alcanza su ser el sujeto, y se encuentra la sede de las identificaciones constitutivas del Ideal del Yo.

¿A qué juega un niño cuando juega? Si  tengo puesta la máscara de psicoanalista, no es posible dar cuenta de ello sin contar con la lógica del significante.

¿Cuándo un niño juega y cuando no juega? Si tengo puesta la máscara de psicoanalista, es necesario suponer que sí juega, aunque no lo parezca.

Estas dos preguntas constituyen dos ejes centrales de la intervención, que marcan la corniza por la que el sujeto transita en su camino constitutivo pre-puberal. Intervención que, es bueno hacer notar que supone una operación transferencial de características muy diferentes a la establecida con el sujeto post puberal, ya constituido. La transferencia no es con el analista, es con el juego o los juguetes. [ii]

Hablemos de las máscaras que el niño se pone cuando juega. Queda ejemplificado en los juegos de personificación, de transformación del jugador o de la realidad, de ser otro, mamá, maestra, héroe invencible que proveen los imaginarios vigentes, generalizados por la oferta del mundo adulto, pero que toman un matiz singular en cada niño (no todos los zapatitos perdidos por la Cenicienta brillan igual), juegos repetibles al infinito en los recreos escolares, en la casa, y también en sesión, pero en este último espacio, a diferencia de los otros, son escuchados desde el agujero de la máscara que ellos portan.

A qué me refiero con el agujero de la máscara. Marcel Mauss[iii] dice que la etimología de la palabra máscara es “persona”, “per sonare”, la mascara a través de la cual resuena la voz del actor, el orificio de la máscara, o sea, “lugar desde donde se habla”.  Solo desde otro alguien puede ser él mismo, y esta sería la condición de la Identificación. Marta Beisin propone para el juego de los niños cuyo contenido se basa en asumir personajes, relacionarlo a la noción de personaje en sentido primitivo, y su significación etimológica de máscara, tal como lo plantea Marcel Mauss cuando estudia las comunidades primitivas, en las que el personaje es cada uno de los miembros del clan, como forma de perpetuación de los antepasados, y que aún después de la muerte forman parte de este clan. Las máscaras eran usadas en los rituales para encarnar el espíritu de los antepasados. Haciendo un paralelismo con esta ubicación en el clan, este lugar desde donde se habla es patrimonio de nuestro oficio de psicoanalistas, con ese lugar nos las vemos, siempre y cuando nos pongamos nuestra máscara…. (la que no debemos olvidar de quitarnos a la salida).

El lugar desde donde se juega es inconsciente y es significante. La armazón identificatoria imaginaria se encuentra en relación recíproca con las identificaciones simbólicas inconscientes.

El niño representa a un personaje que lo representa a él. Pero se trata de las identificaciones inconscientes. No están a disposición del niño ni del analista. Es decir, el analista no hace una simple lectura del personaje. Las identificaciones inconscientes se desarrollan en el interior del despliegue del personaje. “El analista debe deponer la toma de la palabra a modo de interpretación….El analista se abstiene de darle significación a las producciones infantiles, interpretándolas, en aras de capturar por medio del personaje, el querer decir” [iv]

Solo desde la eficacia del significante se puede jugar a ser otro. Si no tomamos en cuenta esto veríamos solamente el aspecto conciente de las identificaciones,lo que puede haber en común en todos los niños que juegan a, x ej., ser destructores de zombies.

Pero, retomando el tema del ser, ¿como se llega al “ese soy yo” o al más evolucionado “yo quiero ser como ese”? El precipitado que se derrama en la matriz simbólica nos da una respuesta, acudiendo a nuestro preciado Estadío del Espejo,  ya que es el yo el que se precipita, juega y busca representarse, no el sujeto, es el yo el que aprende, el que corre, el que canta, pero –desde ya- siempre en nombre de…, el Yo y sus funciones imaginarias, no el sujeto.

La articulación de los tres registros esbozada por Lacan en el Estadío del Espejo, nos permite pensar que no se trata simplemente de estas identificaciones masivas con el objeto, y si así sucediera correríamos la suerte de Narciso: transformarnos, estrellarnos en la imagen que se divide en mil pedazos. A propósito, existe una versión de Ovidio del mito griego [v] que cuenta queantes de sucumbir Narciso a ver su imagen reflejada en el espejo, fue descubierto por una ninfa que merodeaba por esos lugares, cuyo nombre era Eco, quien había sido castigada por Jupiter a no poder hablar por completo jamás, y que su boca no pronunciaría sino las últimas sílabas de aquello que quisiera expresar.Y dice Ovidio:

“…Pues bien, viendo Eco a Narciso, quedó enamorada de él y le fue siguiendo, pero sin que él se diera cuenta.  Al fin, decidió acercársele y exponerle con ardiente palabrería su pasión. Pero… ¿cómo podrá, si las palabras le faltan? Por fortuna, la ocasión le fue propicia. Encontrándose solo el mancebo, desea darse cuenta por dónde pueden caminar sus acompañantes, y grita ‘¿quién está aquí?’.  Eco repite las últimas palabras ‘…está aquí’.  Maravillado queda Narciso de esta vos dulcísima de quien no ve. Vuelve a gritar: ‘¿dónde estás?’. Eco repite: ‘…de estás’. Narciso remira, se pasma. ‘¿Por qué me huyes?’. Eco repite: ‘…me huyes’. Y Narciso: ‘Juntémonos’. Y Eco: ‘…juntémonos’. Por fin se encuentran. Eco abraza al ya desilusionado mancebo. Y este dice terriblemente frío: ‘No pensarás que yo te amo…’. Y Eco repite acongojada: ‘… yo te amo’. ‘¡Permitan los dioses soberanos –grita él- que antes la muerte me deshaga que tú goces de mí!’. Y Eco: ‘…que tú goces de mí’…”.

Freud en Introducción al Narcisismo nos convence que no dejamos de amarnos aún en las formas más altivas del amor y Lacan en el Estadío del Espejo nos cuenta sobre cómo este amor encuentra en la imagen especular su objeto genérico.

Narciso enamorado de su imagen en la fuente nos conduce a la idea de transformación y ruptura, Narciso enamorado de Eco, nos conduce a la idea de una ficción, de un jugar a ser. Podríamos decir que Narciso juega a que Eco quiera ser amada?

Volviendo a los niños y los juegos constituyentes, hace unos años escuché decir a Marta Beisin, a propósito del juego del Fort-da, que el niño juega a que el carretel quiera ser llamado, y que es en este contexto que el lenguaje hace su aparición. El carretel es el personaje que se hace causa de la palabra en su alternancia significante.  Si el que desea es el carretel, hay un deseo localizado de ser llamado, entonces el niño puede obtener placer jugando, porque con las ganas se las queda el otro… El carretel juega a soportar los efectos del lenguaje, porque él es tomado en el juego por otro que el que es.[vi]

Recuerdo hace mucho tiempo el primer encuentro con la mirada de un niño, que durante mucho tiempo elevaba sus pupilas hacia la nada, hacia el agujero absoluto que solo los autistas conciben, sin palabras, sin gesto, sin alguien. Una cuerda nos encontró enredados por azar en un juego de balanceo estereotipado en el piso. A quien si no a la cuerda, podría preguntarle que quería, y la cuerda nos quería hamacar, el cuerpo de Gaby tiraba y yo me movía, yo tiraba y su cuerpo se movía. ¿qué quería la cuerda? Yo le preguntaba mientras la miraba. No lo miraba a él sino a la cuerda. No fue por milagro que Gaby se cruzó con mis ojos, y allí hubo alguien, La cuerda siguió queriendo enredarnos durante varias sesiones, y aparecieron sus primeras palabras: “pobre bebé”, las que repetía hasta el cansancio golpeando un muñeco contra el piso.

He hablado también con muchas puertas, pidiéndoles que se queden cerradas cuando alguna niña/o traspasaba el límite espacial del consultorio desaforadamente. Y he tenido éxito con ellas, porque aceptaban contribuir a que esos niños se queden adentro. Si alguien le pedía eso al niño, no lograba que le hiciera caso.

Hay pelotas que solo querían venir a mis manos si se los pedía a ellas Si se lo pedía al niño,  las disparaba sin ningún rumbo o destinatario.

Agustín es un niño de 6 años que conocí hace poco tiempo, el otro de un hermano gemelo. Todo lo dice en lengua neutra, la de los doblajes mexicanos que tienen en la infancia enorme pregnancia, poderosa virtualidad que se impone avasallante, que en el mejor de los casos propone un ideal para asemejarse, y en el peor, como en esta historia, arranca el pellejo y transforma al mismo ser del niño.

La transformación de Agustín ha hecho de él un aparato de TV, plasma, led, estéreo, pero aparato al fin, la imagen parlante de Cars –el auto que habla-

Escuché hablar a Jorge Fukelman una vez, acerca de los niños que la máscara se les pega a la cara[vii].No juegan a ser, son. Agustín es uno de ellos, y no hace mucho comenzó a mirarme cuando yo empecé a dialogar con Speedy McQueen.

Me pregunto cuánto tienen que ver estos hallazgos clínicos con el hecho de que el niño del estadío del espejo, después de haberse reconocido en su imagen especular, se vuelva hacia el adulto que está a su lado –el trayecto de las miradas-,

Existe una condición importante, que es la de contar con que el tomate de plástico no nos va a contestar de verdad cuando le pregunto si quiere ser parte de la ensalada, que Peluchín –el primer muñeco invitado a las sesiones con Agustín- no contestará, de verdad, que todo es de jugando, que solo es una construcción, que el Psicoanálisis Freudo-Lacaniano resuena desde el orificio de la máscara, el lugar desde donde nos ponemos a jugar, que las máscaras que representan a psicoanalistas que toman la palabra cuando el sujeto aún no la tomó, no sirven.

Qué mejor que un niño para que nos enseñe a los psicoanalistas que es mejor si la máscara no se nos pega a la cara

 


[i] Beisin, Marta: Juego en personajes, en Escritos de la Infancia N° ….

[ii] Beisin, Marta: Juegos de transferencia, la personificación y el equívoco en el análisis de niños, en Redes de la Letra N° 7

[iii] Mauss, Marcel: Sobre una categoría del espíritu humano: la noción de persona y la noción de yo, en Sociología y Antropología, Tecnos, Madrid, 1971

[iv] Beisin, Marta: Juego en personajes, en Escritos de la Infancia N° ….

[v] Ovidio, Publio Nason, Las metamorfosis

[vi] Beisin, Marta, Juego y fuera de juego, conferencia en el Hospital Español, 1992

[vii] Fukelman, Jorge, conferencia en el Hospital Español, 6/10/2005

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