Texto

Neurosis infantil y neurosis de la infancia

Isabel Goldemberg

Voy a tomar dos recortes clínicos que por ser análisis tempranos nos permiten pensar el concepto de neurosis infantil, así como el tiempo de la constitución subjetiva, legitimando a mi gusto el lugar del analista en la clínica con niños.
Si la neurosis comienza con una pregunta, en el primer caso, esta estuvo del lado del analista. Por qué J no hablaba, se trataba de una inhibición, una psicosis, la pregunta era por el diagnóstico. Lacan se pregunta por el síntoma del mutismo en un sujeto que se supone hablante. Si habla, como de hecho ocurrió con esta niña, está curada del síntoma, pero esto no explica por qué empezó a hablar.
Los padres consultan porque J no habla, tiene casi tres años. El padre aparece bastante ausente, silencioso. La madre no para de hablar, se la ve angustiada, molesta porque su hija no cumple con lo esperado por ella. De J dicen que es independiente a la vez que mimada, se comporta como un bebé. Es comparada con su hermano, pocos años mayor que ella, éste es el depositario del brillo fálico. J lo usa de traductor, y a veces de padre sustituto.
En sucesivas entrevistas lo que se escucha es el rechazo de esta madre por J, no acepta su retraso, lo vive como una agresión. De J dice: el problema con ella es que tiene un lenguaje aniñado.
Voy a tratar de armar una secuencia, secuencia que se escribe en una pizarra al estilo de la pizarra mágica, donde se juega el juego de la presencia-ausencia. Primero son rayas, palotes, del orden del trazo sin límite, que se escriben en la pizarra, en ella, en el diván, etc.
Entra al consultorio sin discontinuidad, sin diferencia. La operación del analista está dirigida a establecer una secuencia, una repetición, señalando la desaparición de la marca: no está, Luego es la huella de su mano alternada con la del analista. Aparece un esbozo de figura en donde la boca aparece rayada o señalada. Comienza a nombrarse a sí misma pero en tercera persona, no se descuenta. La operación del analista está dirigida a hacerle falta hasta que la discontinuidad se instala en la transferencia. Aparece el no, ya no del lado del mutismo en acto sino en la transferencia: “no gusta Abel”. No quiere entrar a sesión, comienza a hablar en media lengua usando el final de las palabras. Por medio del garabato escribe su nombre, se nombra. Aparece la pregunta, qué es esto?, pregunta por dónde está la madre o el padre.
El hermano es un tema que ocupa muchas sesiones. Se pone en escena cuál es su ubicación en el deseo del otro y cómo se juega esto en relación al lugar ocupado por este hermano en el deseo materno.
Falta a sesión por primera vez. A la sesión siguiente se niega a entrar, se muestra enojada, se envuelve en la cortina. Le digo que está enojada pero la que faltó a la cita fue ella y que yo la estuve esperando. Pide ir al baño a hacer caca. Se introduce un nuevo elemento, una pelotita de plastilina que va y viene entre ella y yo, se abre un espacio diferente. Toma la pelotita, le saca un pedazo y dice: esto es caca. Aparece en sus juegos y dibujos, el padre la madre y el hermano. El hermano como sol que sistemáticamente se rompe o se tira. En otra sesión jugamos a tirar un cochecito, ella en el suelo con las piernas abiertas, el cochecito le pega entre las piernas, exclama: pito no. Deja de jugar y dice: pito Agustín, dibujame un pito, lo borra y dice: no está. Pide que le dibuje las dos manos, corta papel, lo arruga y lo tira por el balcón.
En otra sesión, jugando con plastilina dice: pito de papá-de Agustín-yo no tengo-éste es el mío.
La plastilina se va transformando ahora en un bigote, en el bigote de papá, en un bigote grande, se lo pone sobre la boca y dice: J no tiene bigote. El bigote se transforma en una pulsera.
Aparece el tema de las casas. En una viven, su hermano, su mamá y su papá, en otra ella conmigo, luego lo corrige. La madre y el hermano forman un conjunto en el que ella no puede alojarse.
Los juegos se van organizando e insiste en la escritura vía el garabato, leyendo y nombrando: Papá, mamá, Agustín, J. Insiste un juego de cortar papeles con los que arma espacios.
En una sesión se arma la siguiente secuencia: J tiene la boca cerrada-Agustín loco bebé-mamá habla. Le digo: mamá habla por J.
Podríamos pensar que en el punto de aparición de la palabra, la voz se ha perdido. Hay un pasaje de este primer momento donde su silencio la hacía idéntica a sí misma sin diferencia en posición de objeto, a agujerear al otro por el solo hecho de poder nombrar, por efecto de este trazo, que como marca primera inaugura la dialéctica de la repetición en su juego de alternancia. Hay medida fálica lo que hace de límite al goce. La operación analítica está dirigida a causar su división vía el deseo del analista, causar un sujeto allí donde algo se pierda de esta primera posición de objeto. El Otro se descompleta, en este efecto de la marca, en la relación entre lo que se rechaza y el nacimiento del significante Amo, marca en el cuerpo que posibilita ectopia y balada.
Esta niña es hablada por la madre y es el surgimiento de la palabra lo que cumple la función de la acosa.
J habla, pero sus padres no la escuchan, insiste en su lenguaje atrasado y buscan una respuesta que los complete en otros consultorios: su problema no es psíquico sino funcional, es la respuesta que los tranquiliza en la medida que no los implica.
La madre reclama como una niña desatendida un lugar en el análisis de J, se siente cuestionada en su lugar, se precipita la interrupción. El padre desde su lugar pasivo en esta historia no puede hacerse oír.

SEGUNDO CASO
Unos padres consultan en un punto límite de su relación con su hija de 4 años, se los ve muy angustiados- “hace cuatro años que no dormimos”.
La madre dice: El llanto de A era un ruido espantoso, fui muy miedosa, de pequeña A no podía escuchar ruidos, ni el teléfono, ni la aspiradora. Durante el día era normal, el miedo era a la noche, a la oscuridad. Usa el dedo como aplacamiento de angustia. Sentía ruidos en la ventana, ojos que se agrandan en la oscuridad. A dice: mirá como mira, refiriéndose a la televisión. Sólo se duerme en la cama de los padres. No se establecen límites en relación a la sexualidad, existiendo un exceso en la erotización del cuerpo.
Decido trabajar con los padres antes de ver a la niña. En una entrevista comenta que le habían dicho de la consulta y que A se mostró muy interesada en hablar conmigo para que la ayude a vencer su miedo. En este punto escucho una demanda de intermediación y respondo al mejor estilo freudiano en Juanito, diciéndole que le comuniquen que voy hablar con ella, pero que la doctora dice que ella debe dormir en su cama. Allí donde escucho anticiparse el efecto de la transferencia opero con ella a la vez que trabajo con los padres.
Tengo tres entrevistas con A. En la primera viene colgando de la pierna del padre y en la medida que logro separarla despliega una escena de juego en donde constituye espacios delimitados por puentes o bien el espacio del consultorio del cual sale y entra, dice que tiene miedo a la noche.
Segunda entrevista: dice “ya duermo en mi cama, no tengo más miedo”. Le pido asociaciones de su cama y responde: tengo un largavistas que me compró mi papá. Le digo: que mirás desde tu cama? Contesta: miro los pescaditos bebés, mi mamá me compró o alquiló una película. “Tengo una TV. no arriba de mi cama, en el piso, para ver películas” Continúa asociando y dice que en su cama puede hacer vueltas carnero. Dibuja corazones, los pinta y recorta. Intenta salir, le pongo límites. Ordena el material, este es de acá, cada cosa en su lugar.
Tercera entrevista: arma casas, delimita lugares e insiste en que ya no tiene mas miedo preguntando para que tiene que seguir viniendo. Le respondo que esta es su última entrevista. Ya en este punto se desprende tranquilamente de su padre, y permanece toda la entrevista sin dificultades.
Las entrevistas con los padres me confirman la desaparición de la angustia y la aceptación de A de su lugar para dormir. Ha podido cerrar sus ojos allí donde pudo recortarse de ese lugar de pura mirada sostenido por el fantasma materno. De ésta operación restó como efecto una demanda de análisis por parte del padre.
Una niña que se presenta con angustia, que no es señal de una falta, sino justamente de una falta de sostén en ella. Es presencia del objeto, no falta. ¿Qué permite la operación analítica vía el deseo del analista? operar la separación, el corte rescatando el lugar del padre, este padre que sabe, lugar simbólico de la transferencia justamente allí donde lo que se busca es un límite al goce vía el significante. La ley y el deseo son una sola dicen Freud y Lacan, en el sentido de que la ley, la prohibición le permite al sujeto acceder al deseo.
De ser los ojos de la madre a tener un largavistas provisto por el padre para acceder a los bebés, interesante salida freudiana en relación a la organización fálica.
La puesta en escena en las entrevistas permite armar una película a ser vista, desplegada ante un tercero. Manera de historizar, imaginarizar o bien de acotar el goce vía la castración imaginaria.
Movimiento que descompleta al otro y nos permita acceder a un sujeto. El sujeto que, hasta podríamos arriesgar, anticipa su relación fantasmática al objeto mirada, anticipa sus puntos de fijación. En las entrevistas, el trabajo con los padres va armando la historia edípica, el reclamo por los bebés, la pregunta por la diferencia. El Otro, en este caso, responde a la demanda de una manera colmante, no puede interpretar lo engañoso de la demanda, ya que lo que A demanda no es quedarse pegada al cuerpo materno, sino poder cerrar los ojos, que medie entre ella y el cuerpo un velo, que se le haga falta.
Es una respuesta fallida a la demanda, dice Lacan en el Seminario de la Angustia, allí donde esta no debe ser tomada al pie de la letra ya que lo que el niño demanda del Otro es su falta que le permita estructurar la relación de presencia ausencia que el juego de Fort-da estructura, y es un primer ejercicio de maestría. Pero es justamente en el colmamiento donde surge la perturbación donde se manifiesta la angustia. No se trata de la perturbación sino de exceso de satisfacción.
Creo que en este recorte clínico podríamos llegar a hablar de la constitución del síntoma en la transferencia, transferencia sostenida desde A y desde los padres. Allí donde el síntoma se armó en la transferencia y se desarma dejando un resto, debía sostener la escansión desde la caída del lugar del analista que es retomado por el padre quien se constituye en sujeto del análisis.
Si queda resto, queda cicatriz. Esto habla de constitución de la neurosis infantil, que solo la lectura a posteriori podrá dar cuenta .
Estos recortes junto con Juanito, nos precipita de lleno en el concepto freudiano de neurosis infantil como nombre posible de la estructura, nombre del padre, solución del niño freudiano prometido a sujeto, de los impases de su posición como respuesta al enigma del deseo del otro. Desde aquí, su posición subjetiva y su estructura ¿Podríamos identificar la neurosis infantil a la constitución fantasmática? Freud se maneja con dos conceptos que no son netamente diferenciables: neurosis de la infancia y neurosis infantil. Siguiendo esta línea podríamos pensar que la neurosis de la infancia encuentra su salida en la neurosis infantil como estructura.
En Juanito se constituye a través del análisis la neurosis infantil, en tanto Freud hace funcionar a un padre que desfallece.
Al final de su obra en el “Esquema”, Freud sigue sosteniendo su tesis de la sexualidad infantil en el sentido de sexualidad traumática en el corazón de la neurosis. Si se dirige a la infancia, es para precisar el origen no en el sentido de la cronología o el desarrollo, sino apuntando a la causa. “Si la experiencia nos ha convencido sobre pleno acierto de la tesis a menudo formulada, según la cual el niño es psicológicamente el padre del adulto y las vivencias de sus primeros años poseen una significación inigualada para toda su vida posterior, presentará para nosotros un interés particular de que exista algo que sea licito de signar la vivencia central de este periodo de la infancia”.(1)
Como vemos, sostiene la sexualidad traumática como manera de nombrar la seducción de la primera época que señala la fijación como condición de la compulsión neurótica, que la repetición de la articulación del “más allá” termina de precisar. Esto nos indica el concepto de trauma que no abandona hasta el final, y que es sometido a diversas articulaciones. Al final, en el Moisés, en la Analogía, va a decir que los efectos del trauma son positivos y negativos en el sentido de que el trauma insiste vía la repetición o bien se trata de evitar esta repetición, paradojalmente vía reacciones de defensa, evitaciones, inhibiciones o fobias. Pero todos estos fenómenos, síntomas o limitaciones del yo o alteraciones del carácter poseen naturaleza compulsiva, es decir que ubica al trauma en un nexo causal con el estallido de la neurosis de la infancia, caracterizada por su afán defensivo, o por alteraciones en el yo, comparables a cicatrices. Ubica justamente a partir del desencadenamiento de la neurosis definitiva un tiempo de espera, un tiempo para comprender o bien constituir la estructura dando lugar a su concepto de neurosis infantil. El fenómeno de una latencia de la neurosis entre las primeras reacciones al trauma, neurosis de la infancia como reacción directa a la sexualidad traumática y el posterior estallido de la enfermedad, neurosis infantil a ser construida en el apress-coup, tiene que ser reconocido como típico. En el Esquema agrega que en la primera infancia hay un yo endeble para dominar la sexualidad, un sujeto por venir donde el yo se defiende con la huída. En relación a esto vemos como se desliza desde un concepto a otro, desde Juanito al Hombre de los Lobos, como paradigmas clínicos de ambas conceptos.
Juanito viene a reforzar desde la clínica, lo sostenido en los tres ensayos. Su manera de sostener la sexualidad infantil ¿qué significa esta economía libidinal en la constitución de la estructura?
Si Freud piensa lo infantil, está primero tratando de dar cuenta de la estructura. La sexualidad infantil no implica un concepto evolutivo sino una necesidad lógica para dar cuenta del concepto de pulsión.
Parte del adulto neurótico para interrogar la vida sexual infantil, pero justamente para esclarecer la naturaleza de la pulsión. Manera de nombrar la sexualidad traumática, signada por el desencuentro y la falta de armonía. Si decimos traumática, lo es en el sentido del desencuentro radical entre sujeto y objeto y porque ya desde el principio nos introduce en relación a lo traumático, como este resto que en más o menos comanda, sostiene la compulsión del síntoma. Si en un comienzo habla de las escenas sexuales infantiles, esto solo tiene valor como recuerdo, cuando la representación a reprimir puede entrar en un nexo lógico y asociativo con estas experiencias. Escenas que valen como recuerdo inconciente, como representaciones. Es porque no hay encuentro que podemos hablar de trauma y de escena primaria.
Este trauma que como objeto sostiene la compulsión, soporte de una representación inconciente y un resto inasimilable
Entonces, inconciente y sexualidad se relacionan. Freud abre el camino al deseo en este desvío de la satisfacción de la necesidad a la realización del deseo. Arranque desdichado del sujeto que implica la desaparición del objeto. Se rompe la naturalidad de la relación entre sujeto y objeto y el objeto en “Tres ensayos”, pasa a ser condición de posibilidad de una satisfacción jugada en este movimiento de ida y vuelta, y en este recorrido recorta al objeto hueco de la pulsión.
En esta diferencia entre lo hallado y lo buscado, se engendra el factor pulsionante. Pero a pesar de lo variable del objeto, Freud señala este lazo íntimo de la pulsión con su objeto. Fijación que ocurre a en épocas tempranas del desarrollo, poniendo término a la movilidad de la pulsión. Pero esta época de la sexualidad perversa polimorfa al abrigo del falo materno es inseparable de la fantasía. Pulsión auto erótica pero no anobjetal, el objeto es condición de la actividad fantasmática que obtura e indica al objeto hueco de la pulsión.
Freud va haciendo el pasaje del trauma o la fantasía pasando por el narcisismo, vía la construcción del ideal que articulará pulsión con Edipo. Donde la fantasía hará las veces de objeto, y así sostendrá en”Mis tesis” que la fantasía de seducción aparece como defensa, constitución imaginaria, lo que vela el recuerdo de la práctica sexual masturbatoria. En este mismo texto sostiene el conflicto con la libido responsabilizando ya al sujeto e introduciendo la represión con la que inscribe este encuentro con lo sexualidad traumática, esta práctica sexual de la niñez. Como efecto resta el síntoma como compromiso. Y si hay algo que reprimir u olvidar, va a hablar de la amnesia infantil, esta laguna que convierte la infancia de cada uno en un tiempo prehistórico y le oculta los comienzos de su vida sexual. Pero esta sexualidad insiste y vale como pulsión y como diferencia de los sexos que no deja de interrogar al sujeto que frente a este enigma responde con las teorías sexuales infantiles.
Muchas neurosis, dice Freud, comienzan con una pregunta. La vida es sometida a examen y el interrogatorio caracteriza los estados de angustia. Pregunta que plantea la relación del hombre al saber. En tanto hay lo inasimilable al significante, nos enfrentamos a lo irreductible al campo de las representaciones.
Si decíamos que surge la pregunta desde un fondo de angustia, es porque algo resta. Se es curioso frente a lo que se sustrae, hay confrontación con el Otro. Y ¿Qué comanda este preguntar? El falo como organizador.
El niño no dispone de significantes masculinos o femeninos para dar cuenta de la relación sexual que no hay. Entonces arma teorías que remiten a la matriz de la neurosis del adulto, teorías que confrontan al sujeto infantil con el Otro, produciendo una escisión psíquica, producto del desencuentro entre lo sostenido por su verdad pulsional y lo que le viene del Otro. Escisión que introduce el complejo nuclear de la neurosis y la confrontación con la castración en el Otro. Por efecto de la represión, estas teorías caen bajo la amnesia infantil y el complejo nuclear abre el camino a la neurosis infantil.
Pero ya en 1907, Freud sostendrá la imposibilidad del sujeto para dominar la sexualidad. El niño, no posee los medios intelectuales necesarios (habla de un yo, endeble). El trauma le plantea exigencias intelectuales insuperables. Y si los síntomas surgen de fantasías modeladas en la experiencia de satisfacción, las teorías sexuales ocupan ya un lugar en recuperación de esta satisfacción. Si bien se pregunta si es realidad o fantasía, determina la forma de la neurosis procurándole al niño antiguas formas de satisfacción. Anticipa fijación al trauma y lo que retorna vía esta otra satisfacción dándole un estatuto particular a la fantasía que indica este objeto pulsional e implica recuperación de esta antigua satisfacción. Fantasea el insatisfecho, juegos, fantasía y teorías son formas de establecer un ordenamiento a su mundo. El descubrimiento de la castración en el Otro necesitará de esta elaboración de saber, de esta pregunta dirigida al Otro que en tanto le reste, le permitirá hacer su neurosis, lo confrontara en su posición de sujeto al deseo del Otro.
Esta elucubración de saber de estas teorías, se ven comandadas por el falo y allí reside su tipicidad. La teoría se sostiene velando la falta sostenida en la premisa, el prejuicio prima sobre la percepción.
Lacan, en la conferencia de Ginebra, hablando de Juanito hace referencia a su encuentro con la sexualidad traumática y lo plantea no como autoerótico, sino como lo más hétero que hay.”.. lo encarna en objetos que son francamente externos, a saber, en ese caballo que piafa, que da coces, que corcovea, que cae al suelo. Ese caballo que va y viene. que tiene cierto modo de deslizarse a lo largo de los andenes tirando de un carro, es totalmente lo más ejemplar para él de aquello que tiene que enfrentar y sobre lo cual no entiende nada, sin duda gracias al hecho de que tiene cierto tipo de madre y cierto tipo de padre. Su síntoma es la expresión, la significación de ese rechazo.
Ese rechazo no merece en lo más mínimo ser etiquetado como autoerotismo, con el solo pretexto de que después de todo ese Wiwimacher lo tenga enganchado en algún lugar de su bajo vientre. El goce que resulta de ese Wiwimacher le es ajeno hasta el punto de estar en el principio de su fobia. Fobia quiere decir que está amedrentado por él. La intervención del profesor Freud, mediatizada por el padre, no es más que una artimaña, cuyo único mérito es el de haber sido exitosa. Logrará que otro, a saber en esta ocasión su hermanita, soporte ese pequeño pene”
La fobia sería entonces, defensa contra la angustia, dejar a Juanito hacer su neurosis como una suerte de análisis espontáneo. En el historial, Freud acentúa el lugar de la histeria de angustia como las neurosis de la época infantil, poniendo el acento en la angustia. La histeria de angustia sería una forma de tramitar, de ligar psíquicamente la angustia liberada pero no consigue volver a anudar esta angustia a los mismos complejos, sino que la fobia bloquea la liberación de angustia.
La angustia es primera, aunque teóricamente en este momento sostenga lo contrario. Juanito comienza con angustia.
Freud aparece preocupado por la educación pero pensándola como límite o gobierno pulsional, función pacificadora del significante, operación del saber sobre el goce. Pero qué pasa en el análisis. Las pulsiones sofocadas siguen estando sofocadas, pero utiliza otro camino, sustituye la represión por el dominio, con el auxilio de instancias superiores, sustituye represión por el juicio adverso, la represión solo como el mecanismo no le alcanza, y la fobia de Hans le permite una apertura. La fobia es un llamado al padre “Esta perturbación le valió la asistencia del padre. Esta implicación del sujeto al Otro, dimensiona la angustia de una manera diferente”.
Pensado desde la neurosis del adulto, ésta se anuda a aquella angustia infantil. Desde aquí, a lo largo de la vida se teje un trabajo psíquico continuo que vía los síntomas los lleva nuevamente a pensar el lugar de la causa.
Si en “Inhibición síntoma y angustia” reformula su teoría de la angustia, podemos preguntarnos si la angustia lleva a la represión, qué es lo que desencadena esta angustia En una línea mas simbólica, la de Juanito, podríamos decir, por un lado el padre que es retomado a partir de Tótem y tabú. La fobia de los niños se ubica en una directa relación al padre, lo que angustia es un padre que no funciona, que deja a merced de la madre, pero agregaríamos como puesta ya en forma de la estructura vía la metáfora paterna como operación sobre el goce, significando el deseo materno. Pero también esta angustia primera tiene que ver con una quantum de goce, que como decíamos, el niño no tiene los medios intelectuales necesarios para enfrentar el encuentro con lo traumático de la sexualidad. De allí, creo que podríamos pensar la diferencia de lo que llama neurosis de la infancia y la neurosis infantil, ya como resto o cicatriz. Neurosis de la infancia, núcleo de la neurosis, matriz de la constitución, fantasmática.

En la Conferencia. 23 habla de neurosis infantiles en donde no existe diferimiento temporal. Neurosis de esta primera época, en donde presiona la sexualidad traumática y la neurosis es consecuencia directa de las vivencias traumáticas, él dice: Neurosis Infantil en su estado de neurosis actual, y marca una línea que va de la inhibición a la represión y entre ellas, todos los grados de conjugación de ambos factores. I.S.A. inhibición como síntoma en el museo.
¿En la neurosis de la infancia, podemos hablar de síntoma? O de angustia o fenómenos, interpretados como síntomas por los padres? Fenómenos en el sentido de lo que se muestra pero que no habla y que no metaforiza, muestra más de lo que representa.
En el Hombre de los Lobos, como su título lo indica, habla de la historia de una neurosis infantil. Historia que construye en el apress-coup del análisis escenas sexuales que no aparecen como recuerdo y se las recupera a traves de la construcción.
En este texto se desprende, en el camino de la causación, la importancia del conflicto actual, el extrañamiento de la realidad, la satisfacción sustitutiva en la fantasía. La regresión al pasado, así como la respuesta a las impresiones infantiles, fijación a la que regresa la libido. Que un niño contraiga una neurosis, se explica por el valor de este factor infantil, de esta confrontación al goce más allá de la frustración de la realidad.
En Pueden los legos ejercer el análisis, Freud señala la importancia de los análisis tempranos, porque dice: “uno se sorprende trabajando en los factores que plasman la neurosis”. La neurosis infantil es la regla y no se la puede evitar en el camino de la disposición infantil, hacia la cultura social.
La neurosis de la infancia sería como un precipitado que determina una predisposición (predisposición en Freud, esta más allá de lo predeterminado del puro cuerpo)
Entonces, de la neurosis de la infancia como fenómeno a la neurosis infantil como construcción. Es lo que restará de la infancia, como núcleo fantasmático.
La neurosis infantil sería lo que el sujeto se inventa para responder al goce. Y para dar cuenta de su lugar en relación al deseo de Otro.
En la Conferencia 32 habla de las fobias infantiles regulares “Muchas de esas fobias nos resultan por completo enigmáticas, pero otras, como la angustia a la soledad y a personas ajenas, admiten una explicación cierta. La soledad, así como el rostro ajeno, despiertan la añoranza de la madre familiar; el niño no puede gobernar esta excitación libidinosa, no puede mantenerla en suspenso, sino que la muda en angustia. Por tanto, esta angustia infantil no debe imputarse a la angustia realista, sino a la neurótica. Las fobias infantiles y la expectativa angustiada de la neurosis de angustia nos proporcionan dos ejemplos de uno de los modos en que se genera angustia neurótica: por transmudación directa de la libido.
Equipara la endeblez del yo en las fobias infantiles, con los procesos somáticos sexuales de las neurosis actuales, en la tramitación del encuentro con la sexualidad. Síntoma como protección frente a la angustia. De allí que las neurosis de la infancia sean fobias, del peligro interior angustia neurótica, a la angustia realista, el síntoma liga.
La angustia realista es un concepto que la teoría de la angustia lo remite directamente al quantum pulsional.
Lacan aborda en problema de la neurosis infantil por la vía de lo que él llama la metáfora paterna, manera de dar cuenta del mito del Edipo y de la castración, ¿qué es lo que significa esta metáfora? Dice de una ley significante que regla el deseo. Es decir, una ordenación del deseo por la vía del significante de lo simbólico y del saber.
En su camino a la constitución subjetiva, el niño tiene una proximidad particular con el objeto. No dispone de los medio necesarios, como decíamos antes, para enfrentar la sexualidad traumática. Lo específico de la neurosis infantil tendrá que ver con ese tiempo de instauración de la ley significante que delimita para el niño, el campo de su realidad. Ley significante que ordena el goce. Y es la neurosis infantil la que deberá operar una separación del sujeto y el Otro. Y en el lugar de este Otro como puro goce, es el Otro como significante, el Otro del lenguaje que opera como ley. Es decir que para la apertura al campo del deseo, se juega la pérdida, la palabra del Otro opera como reguladora del intervalo del pasaje de la necesidad a la demanda. El puedes perderme en el campo del Otro, abre la perspectiva a la falta del Otro. Es decir, de una madre gozadora toda, a una madre que desea, a la que le falta vía la significación operada por un tercero, el significante del nombre del padre.
Pregunta por el deseo que no espera una respuesta sino una falta. En esta línea, la significación del deseo materno permite ordenar el deseo del sujeto como el deseo del Otro que solo es interpretable. La apertura al campo del deseo esta sostenida por el operador fálico, en relación a la metáfora paterna. Esta falicización del deseo permite ordenar una serie de objetos que toman valor fálico a partir de este operador. La estructura simbólica significa al niño la alienación de su deseo al significante. Esto es producto de la función del padre, de la ley sobre el deseo. Para desear es necesario alienarse en el Otro, con la condición de que hay un saber que se pierde, producto de la represión primaria. En tanto hay pérdida de saber, en tanto no sabe del objeto de su deseo, es que aparecerá como sujeto en el intervalo entre significantes.
Neurosis infantil como tiempo de ve, de la ilusión perverso polimorfa de negación de la castración, falo positivizado para identificarse a ese objeto de deseo. Es perverso en la medida en la que en el lugar de la falta ubica un objeto como fetiche, hay castración y hay renegación. Segundo tiempo: comprender que el Otro está castrado, castración como significación. La falta en el Otro me remite a la falta en ser. Por la identificación, puede afrontar la división. La neurosis infantil es el trabajo que despositiviza el falo, pasaje de la perversión polimorfa a la neurosis, de la negación a la represión, mediando el tiempo de la latencia, esto no se produce sin angustia ni sin síntoma

Voy a tomar otro recorte de la clínica con niños que creo que pueden servir para pensar los elementos conceptuales que venimos trabajando.
Los ejes desde donde se precipitan estos recortes, giran alrededor de la neurosis infantil como núcleo de la estructura y la instauración del dispositivo analítico como campo que legitima la acción analítica.
Sabemos, aquellos que transitamos la práctica con niños que aquí reside nuestro mayor obstáculo y desafío. Me interesa remarcar la legitimidad de esta acción en los bordes de la posibilidad de instalación de la neurosis de transferencia. Sabemos que Freud produce un deslizamiento entre de la Neurosis Infantil y la neurosis de la infancia, ubicando la neurosis de la primera época como consecuencia directa del encuentro con lo sexualidad. Neurosis infantil en su estatuto de neurosis actual. Como cursándose, pero no nos es ajena esta terminología, es decir que el niño en tanto no constituye la neurosis infantil responde con angustia enmarcada, o en el campo del Otro. Freud agrega: “carece de recursos intelectuales para tramitar el trauma no hay constitución fantasmática marcando una serie de efectos que van de la inhibición a la regresión. Respuestas del orden de los fenómenos o de la angustia, interpretados como síntomas por el Otro. Lo dado a ver lo que se muestra que hace signo abriéndose toda la línea del cuerpo.
Podríamos agregar que la neurosis de la infancia encontraría su salida en la neurosis infantil como estructura. Como tiempos lógicos en la constitución. Tiempo de espera de latencia de la neurosis. Pero en esta secuencia lógica como se da el pasaje de la infancia a lo infantil? Freud señala en el Pueden los legos… la importancia del trabajo en los análisis tempranos ya que uno se sorprende trabajando los factores que plasman la neurosis donde la neurosis infantil es la regla en el camino de la disposición infantil. Ubica la neurosis de la infancia como un precipitado que determina la predisposición. Entonces si la neurosis infantil es un camino, no hay neurosis de transferencia, pero es interesante porque en este punto Freud está legitimando la operación sobre este goce en juego por fuera de la neurosis de transferencia, pero no sin tenerla en la mira. El niño es un objeto favorable al análisis y sus efectos son duraderos. No tolera la asociación libre y la transferencia desempeña otro papel, porque los padres reales siguen presentes, y no tiene superyo, dice Freud en la conf. 34.
Pero esta presencia real de los padres podría no ser un obstáculo si lo leemos desde el Seminario de la Angustia donde Lacan plantea que se entra en el análisis por una puerta enigmática, la neurosis de transferencia a pesar de todo aquello que nos detiene en la transferencia funcionando como real (amor de transferencia).
Vertiente real de la transferencia, campo con el que tenemos que vérnosla más allá de la neurosis de transferencia. Pero no sin la neurosis de transferencia como condición de posibilidad de operar con la imposibilidad de su constitución que no solo se sostiene de la neurosis artificial del paciente, sino de la posición del analista que indica la dirección del camino de su producción. Posición que somos llamados a ocupar y a la cual respondemos en tanto falta en ser.
Por lo que la neurosis de transferencia nos delimita el campo para poder operar con lo que queda por fuera y posibilita desde la posición del analista hacer diferencia con los progenitores. Si no correríamos el peligro de constituirnos en un buen entendedor gozoso de un proceso de curación espontánea.
Me consulta por un niño que dice tener miedos, escuchar voces que le dicen que se porta mal. Así justifica su responsabilidad frente a ciertas conductas desbordadas en el colegio.
Un padre que le resta importancia al hecho en la medida que lo identifica con su propia infancia: “Yo de chico también tenia ruidos”. Una mamá asustada frente al relato de su hijo la falta de límites del mismo.
El niño cuenta en una mezcla de angustia, seriedad e impostura que era una voz que le hablaba, para luego ser un ruido, más bien ruidos al estilo de una mosca en el oído. En un principio me desconcierta el fenómeno que no condice con como se presenta el niño. Pero él insiste en los diversos matices, acompañando de sueños de angustia que lo despiertan y lo llevan a la cama de sus padres. Aparecen los ruidos en cualquier momento del día que no parece responder a lógica alguna. Una consulta médica confirma el valor normal de los acúfenos sostenidos en cierta disfunción auditiva, por lo cual pregunta si va a poder seguir viniendo a las entrevistas.
¿Por qué este niño quiere venir a verme? ¿Por qué se instala la demanda? ¿Porque está asustado? ¿Porque quiere curarse y se divierte jugando? O porque despliega una escena de mostración que anuda Real e Imaginario. Todas las entrevistas se inician con un parte sobre los sonidos, en una mezcla de seriedad problemática y media sonrisa. En una escena de mostración donde se pone en juego un goce, una oferta que por el momento parece ser su único recurso de hacerse amable al Otro. Entonces, viene, podríamos agregar, porque en esa escena se sostiene una satisfacción sustituta. En una sesión, en un juego de preguntas y respuestas se despliega con gran excitación de su parte, sus teorías sexuales infantiles.
¿Los peces tienen pulmones? A lo que responde gritando: “!no, tienen vagina!”. Al terminar la madre lo increpa: “¿que es lo que dijiste?”
Una madre que no puede dejar de escucharlo y donde la puerta del consultorio opera de corte en la continuidad. En este punto la hago callar.
En otra sesión que comienza como habitualmente, dice, a modo de presentación: “hoy no tuve ningún ruido”. En ese punto un ‘¿qué?’ fuerte de mi parte apunta a restarle goce, consistencia en su representación. Insiste desconcertado pensando que no escuché, mas fuerte, respondo de la misma manera más fuerte, me mira sorprendido, se ríe y empezamos a jugar.
A la sesión siguiente: “Hoy tuve un ruido” y el ruido se articula ya aquí a sus terrores nocturnos, la sexualidad y la cama de su hermana.
El ruido desaparece, lo que resta como marca lo hace hablar y asociar.
¿Interpretación? ¿O intervención en lo real? Del orden del acto en relación a un goce ofertado, apuntando a la división que propicie ser representado por el ruido, en el orden de una construcción imaginaria. Ya la voz esta perdida por el ruido mismo. Soportamos una escena en donde desde el soporte imaginario intentamos abrochar lo real, en donde el dispositivo oficia de mediación, de espacio discontinuo que el analista sostiene con su presencia. En la escena, juego a perder el ruido que ya no es ruido en la alternancia del ‘hoy tuve” y el “hoy no tuve”, en el campo de la lógica atributiva que habla de pérdida y recuperación, lógica fálica que nos ubica en el camino de la construcción de la neurosis infantil. Es operación sobre el goce pero no por fuera del deseo, no por fuera de la instalación de la neurosis de transferencia misma. En otra entrevista llega, y toca timbrazos, y golpea la puerta, abro y le digo: “!!Che… que ruido que hacés!!”. De sujeto pasivo, a sujeto activo. Jugamos al dominó me va ganando por lejos y me goza, diciendo: “Soy un maestro”. Me da vuelta las reglas, mientras juega distraídamente introduce su bocadillo, dice: “No hay mas ruido”. Y yo le digo: “No te domina el ruido, ahora lo haces vos”, se ríe. La última jugada vamos 70 a 94, el azar y cierta habilidad lo hacen perder, entonces le digo: “Hay maestros que pierden”. Y termina la sesión, “Esperá que escribo algo”, dice. “Estoy triste porque estaba ganando y…”- yo agrego: “perdiste?”.

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