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Freud y los lingüistas

Dos lingüistas contemporáneos plantean de la siguiente manera aquello que buscaba Freud en la lingüística de su época.

Para Michel Arrivé, Freud consulta a Hans Sperber a propósito del simbolismo que en su esencia es sexual y a Carl Abel acerca de por qué los símbolos son a menudo aptos para significar dos contenidos opuestos.

Émile Benveniste lo plantea de otro modo: Freud consultó en vano a los lingüistas, debería habérselo pedido al mito o a la poesía, o mejor aún al surrealismo, que a Freud no le interesó cuando es justamente allí donde debería haber buscado para hallar algo de lo que erróneamente buscaba en el lenguaje organizado.

A mi entender ambos planteos, con matices, tienen un punto de partida equivocado: Freud no pregunta, ni consulta, Freud como Lacan, encuentran.

El problema que Freud ha planteado y que aún no ha sido resuelto por la lingüística contiene oscuridades que no son de su autoría Freud confiaba en los especialistas de su tiempo. Admitió concepciones lingüísticas que eran corrientes en su época, como más tarde aceptará sin desconfianza el totemismo que estaba de moda entre los etnógrafos de su época o en relación a la sociología la descripción de masa de Gustave Le Bon.

Cuando Freud emprende la redacción de Totem y Tabú, una verdadera teoría de la ambivalencia es puesta a la luz, sobre bases no solamente antropológicas y psicológicas, sino también lingüísticas.

Hoy, cuando los lingüistas y los etnógrafos critican a Freud a causa de su actitud en lingüística o en etnografía, no ven más lejos de los problemas internos a su especialidad. Las preguntas que Freud planteaba implícitamente a los lingüistas de su tiempo siguen planteadas a aquellos de hoy.

Cito un ejemplo de ello. Levi-Strauss escribe un libro titulado: El Totemismo Hoy, en el que critica el concepto de totemismo en antropología como fundante de una antropología errónea.

Freud publica en la revista Imago 1, fascículo 5 el artículo de Sperber: “Sobre la influencia de factores sexuales en la formación y la evolución del lenguaje”. La reflexión de Sperber es prudente y temeraria. Prudente porque subraya lo incompleto de su investigación y también que su empresa tiene una relación muy lejana con el psicoanálisis. Por qué esta última reserva? Forzosamente hubo algún tipo de relación entre Freud y Sperber para que el artículo del segundo fuera publicado en la revista del primero.  Enseguida aparece la audacia. Sperber, al contrario de Wundt a quien critica con respeto pero enérgicamente establece su modelo de la formación del lenguaje. El estado desprovisto de lenguaje es una hipótesis necesaria y no como pretende Wundt: “una ficción vacía de sentido”.  Luego plantea cual es la situación capaz de desencadenar en un “ser rustico”, carente de lenguaje pero provisto de voz, la constatación de que los sonidos producidos por un sujeto sin intención tenían la propiedad de influir en otro sujeto. Dicha situación sería el ejercicio de ls sexualidad.  Sperber da así una explicación al hecho que podamos utilizar la lengua para designar objetos que no tienen con la sexualidad ninguna relación o relaciones alejada en el más alto grado y también a la pregunta de por qué los mismos casos de simbolismo onírico se observan en sujetos que hablan lenguas diferentes. Sperber plantea así cuestiones que tienen su paralelo en la confrontación que realiza Freud entre lenguaje y simbolismo. De este modo, los franceses sueñan con habitaciones para simbolizar a la mujer, aunque no conozcan la palabra Frauenzimmer.

Carl Abel aparece en la obra de Freud en relación a la problemática de las palabras de sentidos opuestos.

A partir de Benveniste, Abel aparece como marginal y fantasioso. Pero en su tiempo sus trabajos fueron citados y usados por egiptólogos y otros lingüistas que intentaron aplicar sus conceptos a otras lenguas. En el siglo XX se lo pudo lograr con las lenguas amerindias.

La cuestión de los sentidos opuestos es una ejemplificación de su libro acerca del origen del lenguaje, en el cual lo plantea en términos tradicionales. Está el lenguaje conformado según la naturaleza de las cosas o bien ha sido instituido por una convención? Pero su manera de abordar el problema tiene un enfoque distinto. Postula que las lenguas en su origen, eran incomprensibles, incompetentes para hacer funcionar la comunicación, incompetencia suplida por el gesto. Toma como ejemplo la lengua egipcia, en su período jeroglífico antiguo en el cual pululan la homonimia y la sinonimia: “confusión de palabras en las que muchas palabras designan todo tipo de cosas y toda clase de cosas están designadas por muchas palabras”. Abel describe la salida de la confusión por la desaparición de la mayoría de las homonimias y de millares de sinónimos por el surgimiento progresivo de un sonido específico y una significación precisa. Gracias a este trabajo, en relación a la significación explica las palabras compuestas que juxtaponen sus dos contrarios y que le interesan a Freud. Algunos egiptólogos contemporáneos dan descripciones muy aproximadas del sistema pero limitando el alcance del análisis al plano de la escritura.

Es por ello que Michel Arrivé señala que Abel “olvida” a menudo la distinción no obstante explícitamente planteada en ambos artículos; la que separa a la lengua hablada egipcia de su manifestación gráfica en forma de jeroglíficos y objeta por ello, que encuentre fenómenos análogos a los que aparecen en el sistema jeroglífico no sólo en la lengua hablada egipcia sino también en otras lenguas semitas e indoeuropeas, específicamente germánicas. Volveremos sobre esto.

Qué retiene Freud de los dos artículos de Abel? Conserva y de manera alusiva la concepción de “lenguas primitivas” como “indeterminadas e ininteligibles”. . El resto incluso en  ”El sentido antitético de las palabras primitivas”, no aparece más que en algunas citas esparcidas y no comentadas. Su discreción obedece a que la teoría sobre el origen del lenguaje no corresponde a la de Sperber. En cambio los ejemplos se inscriben en el marco de la reflexión freudiana: la coexistencia en el mismo significante. De los dos significados opuestos. Entonces en lo que más se interesa Freud es en los ejemplos. De allí la utilización particularmente intensa de esa especie de anexo al primer artículo de Abel en que enumera sin las precauciones filológicas pertinentes ejemplos de addad árabes y de hechos análogos en numerosas otras lenguas. Es allí donde Freud descubre los ejemplos tan violentamente vilipendiados por Benvveniste de clamare y clam (gritar y silenciosamente), de altus (elevado y profundo), de sacer (sagrado y maldito).

Aquí se impone una constatación. Freud siempre estuvo particularmente atento a las especificidades de la escritura, ya sea alfabética , por ejemplo el análisis de la sílaba en la Traumdeutung o sobre todo de caracteres. Son, en efecto, visiblemente los sistemas de escritura con caracteres chinos y sobre todo egipcios los que más le interesan. En varios puntos plantea de manera extraordinariamente lúcida la distinción entre lengua hablada y sistema de escritura.

Reconociendo esto, Michel Arrivé se pregunta por qué Freud cae en el mismo “olvido” que Abel al no especificar la distinción gráfica en la confusión entre dos términos. Cito: “Bajo el irreprimible deseo de encontrar las palabras de sentidos opuestos que confirmen su teoría sobre el origen común del lenguaje y del simbolismo llega a olvidar la preeminencia de los escrito para privilegiar la voz”

Corrijamos:” Bajo el irreprimible deseo de avanzar en su descubrimiento Freud se ocupa de la palabra hablada ya que es en ella en donde se desarrolla la cura, el chiste, la psicopatología de la vida cotidiana, el relato del sueño y su interpretación.

No era entonces la meta de Freud sostener concepciones lingüísticas que han sido abandonadas. Así cuando los lingüistas afirmaban que las palabras eran imágenes sensoriales de un cierto tipo(era también el punto de vista de Charcot, naturalmente), que estaban asociadas a otras imágenes sensoriales, imágenes de cosas que funcionaban como sinificados , Freud podía creerles, pero no se dejaba engañar por ellos. Él solamente tenía necesidad de una dualidad, necesitaba que al lado del lenguaje manifiesto hubiera otro, y él jamás pensó, como los lingüistas de su tiempo, que las imágenes eran aquello de lo cual el lenguaje habla, puesto que a su manera ellas son ellas mismas palabras. Así pudo conceptualizar y definir la diferencia estructural entre representación cosa y representación palabra.

Así como las preguntas que Freud planteó implícitamente a los lingüistas de su tiempo permanecen sin respuesta, aquellas que Lacan le planteó explícitamente a Emile Benveniste fueron en vano.

Es con un dejo de amargura que Lacan en Radiofonía lamenta que el más eminente de los lingüistas en lengua francesa de su época permaneció en una actitud crítica de una pobreza inaudita en relación al descubrimiento freudiano en relación al lenguaje y en particular al sentido antitético de las palabras-

Constatando la detención del programa lingüístico inaugurado por Jakobson, que permitió su avance gracias al  privilegio otorgado al concepto de fonema. Lacan le propone a la lingüística una  salida :  lalangue escrita en una sola palabra como objeto de estudio. Para el psicoanálisis es suficiente una lingüistería.-

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