El amor siempre es de transferencia
Autor: Adriana Mecca
Mi tema y título de Tesis de Maestría en Psicoanálisis es: “¿Qué es una mujer para un hombre?”, dicha temática se amplía al aspecto relacional-vincular entre un hombre y una mujer, estableciéndose un enlace con el concepto de “La Transferencia”. Al respecto, me he realizado la pregunta: Cuando un hombre y una mujer se relacionan… ¿no hay algo de transferencia de los vínculos primarios y de las huellas de las primeras marcas inconscientes de la primitiva relación madre-infans?, ¿Cómo es el proceso de la “constitución subjetiva”?. Se puede observar a través de las teorías psicoanalíticas, que muy primariamente se establecen en un vínculo de a dos (“pareja” madre-hijo). Luego, paulatinamente, se irá dando lugar a la introducción de un tercero, la función parental, que producirá el corte que delimite dicha díada, para que después de la vivencia edípica, se pueda ir en busca del sustituto del objeto de amor, que habilite la experiencia de dicha transferencia.
La Transferencia o Übertragung (Freud, 1912) es un fenómeno por el cual se produce un desplazamiento del que el deseo Icc se sirve para darse paso y encontrar su expresión y así, lograr su cumplimiento a través de la sustitución y metonimia de los elementos de que disponga para ello. Freud afirmaba que el análisis no crea, sino que descubre a la transferencia, haciéndola visible; y que la misma existe dentro y fuera del análisis, la diferencia, es que en el proceso analítico se la detecta y se la hace consciente. También, decía que la vida emocional que el paciente no puede recordar es re-vivenciada en el presente, en el que se la debe hacer consciente para que sea resuelta; para él la transferencia es un fenómeno esencialmente erótico y ha llegado a decir que “el psicoanálisis es, en su esencia, una cura a través del amor…. de transferencia.” (en una carta a Jung del 6 de Diciembre de 1906).
Etchegoyen (1986), basándose en la teoría winicotiana, menciona que se pondrían en evidencia en la clínica psicoanalítica, dos tipos de transferencia: la neurosis de transferencia típica, en la que se reproducen situaciones pretéritas en el aquí y ahora del setting analítico, y la transferencia temprana que corresponde al desarrollo emocional primitivo. Sobre esta última, Winnicott nos alerta que no hay re-producción ni re-presentación, sino más bien una edición permanente de algo que se “actua-liza”, como una escena que siempre “es” y sigue siendo en la relación transferencial analítica. En ella, el analista no debería recurrir a la interpretación como en el “como sí” del “ud. aquí conmigo” y su prehistoria…., sino en el “infans aquí con su madre”, momento en el que sigue “siendo”, en actualización, sin palabras ni pensamiento, sino más bien, desde lo emocional más puro, y más primitivo.
Por ello, el accionar del analista debe ser también, en “acto”, para que pueda “ponerse en juego”, o sea en escena (como de hecho ocurre), y la misma tenga lugar para su mayor despliegue. Éste, permitirá el “completamiento de la experiencia”, como decía Winnicott (1971), que sin utilizar interpretaciones verbales que obturen la “creatividad” del analizante, éste pueda ir re-creando dichas emociones a través de la escena que irá desplegándose entre la “pareja analítica”. De esta manera, el analista puede ofrecerse como un objeto maleable, flexible, para que el sujeto pueda “usarlo”, a los fines de poder poner-se en juego (aqu-Ello). A esto, se le podrá ir poniendo palabras y así se podrá ir “construyendo” (como lo señala el psicoanálisis contemporáneo) un presente, que sí, puede tener valor de re-presentatividad de la escena pretérita ahora elaborada en análisis y comprendida de forma diferente para que pueda quedar en donde tuvo lugar en aquel tiempo primitivo. De esta manera, es pasible de ser actualizada para adquirir una “elaboración” que en su momento ha quedado detenida, como “congelada” a la espera de un analista con “reveriè”, como también plantea Bion (1977), que en un estado sin memoria y sin recuerdos, pueda “escuchar” en el aquí y ahora lo que el paciente trae para poder “imaginarizarlo” y luego nombrarlo. Así, se podrá hacer una “transcripción” como nos dice Freud (1896) en la Carta 52, a un “proceso secundario” pasible de pensamiento y palabra, lo que le permite al paciente, también, una comprensión de lo que “le pasa”.
De esta manera, el analista al igual que una madre, despliega la función de handling y holding para sostenerlo al paciente, a la vez que puede ser suficientemente adaptable a las necesidades del mismo en ese momento. Ésto, le permite vivir un momento de ilusión, para ir desilusionándolo también, progresiva y paulatinamente, en la medida que la situación y el paciente vayan completando la experiencia. Así, podrá ir diferenciándose del objeto, e ir descubriendo que éste no está ni adentro ni afuera, esa es “la paradoja” indisoluble que permitirá establecer un vínculo de a dos. Aquí el analista, puede “fallar a la manera del paciente”, para que este pueda “usarlo” sirviéndose del error del analista que no puede no intervenir de alguna manera, y aquél pueda enojarse para que tenga la oportunidad de reaccionar y defenderse de lo vivido en sus fases primitivas, en las que no pudo hacerlo. El “uso” implica que el objeto forme parte de la realidad exterior, y para ello ha tenido que sobrevivir a la destructividad en la fantasía Icc., así queda fuera de la zona del control omnipotente del sujeto, creándose una realidad compartida que le permite “usarlo”, reconocíéndolo como no-propio (Winnicott 1971). “El analista está inmerso en el amor y si lo olvida se condena a no hacer análisis”, decía Julia Kristeva (1987).
Dichas actualizaciones, re-editan situaciones pretéritas que se desplazan (transfieren) a la persona del analista, “sujeto supuesto saber”, como diría Lacan (1964) en el Sem. XI “Los 4 conceptos fundamentales del psicoanálisis”. También allí dice que: “La transferencia es la puesta en acto de la realidad del Icc”, que es un fenómeno universal que reactualiza un proceso primario y que Freud nos enseñó que el Icc es sexual, es deseo. Este es el deseo del otro, del analista, el de no identificarse con el otro, el que “pone en acto” la transferencia (Lacan, 1964), respetando la individualidad del paciente (Miller 1979; en Etchegoyen, 1986).
Para Lacan, al enunciarle al paciente la regla fundamental, el analista se convierte en el Sujeto Supuesto Saber – S.s.S. dado que el analizante le supone un saber del sentido de su decir. Para que la transferencia adquiera un nivel simbólico, el analista debe poder correrse del lugar Sujeto Supuesto Saber (S.s.S.) para ocupar el del Otro, configurando una relación asimétrica. Así, el Sujeto Supuesto Saber (S.s.S.), soporta la transferencia en su dimensión estructural; distinguiéndola de la fenomenológica que implica que dentro de la estructura, soporte de la situación analítica, podrán producirse diversos fenómenos (situaciones, conductas, emociones, etc.). El analista debe ocupar el lugar de terceridad, porque su función es la de quedar excluido de la idealización imaginaria del paciente (Sujeto Supuesto Saber – S.s.S.), la que a su vez funda la entrada en análisis (estructura simbólica).
En el Sem. VIII, Lacan (1960-1961) dice que “amar es dar lo que no se tiene a quién no es”…., para él el amor implica el “no tener”, implica el “ser”, y para él, el ser es incompleto, está en permanente construcción, por ello solo puede dar “la falta”, motor de la búsqueda de la ilusoria completud del vínculo primario de la pareja madre-infans; es fantasear que el otro dará aquella satisfacción que en algún momento “se vivió”, es creer que se vivenciará esa plenitud, aunque al instante siguiente se desvanezca tal ilusión. Amar es alimentar el deseo que motoriza la vida, aceptando a la vez, la falta inscripta en el psiquismo.
Julia Kristeva (1987), en su libro “Historias de Amor”, dice que el diván “es el único lugar donde el contrato social autoriza explícitamente una búsqueda –aunque privada- del amor”, situación analítica que permite reparar a través del amor. Tal vez, la pérdida, en un “como si…”, de aquél pretérito encuentro primario, que en la ilusión de volver a hallarlo y experimentarlo, se vivenciará que nunca se puede volver a lo que ya no es…, presentificando la falta que constituye al deseo como tal, motorizado por una ilusión que devendrá desilusión y allí, en el aquí y ahora, habrá que crear el nuevo objeto, desde la matriz y germen del amor, que siempre estará referido a un principio, a su origen.
“Ser psicoanalista es saber que todas las historias terminan hablando de amor”, Julia Kristeva (1987), de ése, que en su núcleo, “siempre es de transferencia”…
BIBLIOGRAFÍA:
- Bion, W. R. (1977). Volviendo a pensar. Paidós, Buenos Aires.
- Etchegoyen, H. (1986). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Amorrortu, Buenos Aires.
- Freud, S. (1912). La Dinámica de la Transferencia. Obras Completas. Tomo XII. Amorrortu, Buenos Aires.
- Freud, S. (1896). Carta 52 (6 de Diciembre de 1896). Obras Completas. Tomo I. Amorrortu , Buenos Aires.
- Krakof, H. A. (2016). Temas de Pareja, Psicolibro ediciones, Buenos Aires.
- Kristeva, J. (1987). Historias de amor. Siglo XXI, México.
- Lacan, J. (1960 – 1961). Seminario VIII: La transferencia. Paidós, Buenos Aires.
- Lacan, J. (1964). Seminario XI: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Paidós, buenos Aires.
- Winnicott, D. (1971). Realidad y Juego. Gedisa, Barcelona.