Texto

Presentación del libro El sujeto por venir. Autores varios.

A cargo de Marcelo Alonso, 20 de octubre de 2018.

Agradezco a Los autores la invitación a decir unas palabras en esta ocasión. En tiempos hostiles, inhóspitos, fui convocado desde la hospitalidad por psicoanalistas con los que no tengo el hábito de compartir categorías ni hábitos de trabajo. Si invoco la hospitalidad es a partir de esta condición, podríamos decir, de extranjero; condición que quizás permita cruces de lenguas. Recordemos como diría Bernard Shaw, escritor caro a Freud, que una lengua común nos separa.
No está demás traer aquí estas cuestiones que nos diferencian de la idea de secta y del imperio de la homogeneización que prima en la esfera [Lacan decía la espira] de la actualidad así como en muchas de las instituciones analíticas —las que aún hoy no encuentran un modo de lazo diferente al de la religión o al de la milicia— las que se cierran sobre sí mismas, impidiendo el diálogo o imponiendo el concepto compartido; en fin, dando lugar al rechazo a lo hétero, a la alteridad en tanto diferencia.
No se trata de renunciar, como bien lo practican Los autores, sino de poner en juego lo que el psicoanálisis nos enseña. De re-flexionar, no con el espejito plano de la agresividad, sobre la situación del psicoanálisis más que de la de los psicoanalistas. Situación que debería posibilitar reflexionar sobre el vínculo del psicoanálisis consigo mismo y con la actualidad del mundo, es decir, cómo opera la denegación y la represión en su propio seno.
En este movimiento es necesario tomar a Lacan sin repetirlo, despejar la subjetividad de la época de la torre de Babel que se enrolla ya no sobre una confusión de lenguas sino sobre una voz única, rectora, que alinea las voces —forma actual del Saber Absoluto— dando lugar al nido de la serpiente que se levanta en el mundus y en los mundillos.

Cuando fui invitado, no sin sorpresa, a realizar el comentario en la presentación del libro el título comenzó a trabajar en mí: El sujeto por venir. Sin saber bien de qué modo, eso me había alcanzado. Con lo que, por dar una imagen, así estaba yo sin tener aún qué leer pero soportando en mí que eso ya parloteara…
Es preciso aquí hacer una digresión. Así también deberían estar ustedes, o al menos algunos, en este momento. Quizás algunos de ustedes ya hayan leído el libro, total o parcialmente. Si no, como era mi caso, el título lo precede.
La presentación de un libro es una práctica en sí misma, de ahí su imposible; no es una clase ni un comentario de texto. Presentación que en última instancia debería tan solo provocar y convocar a la lectura. Se trata de hablar de un libro a otros que aún no lo leyeron; sin develarlo pero a la vez entrando en él. Y una cosa más, sin olvidar que estarán presentes Los autores; sí, en plural. Los que lo escribieron, que tampoco son lectores de sí mismos. Blanchot, coincidiendo con Borges, decía que la obra es lo ilegible para el autor.
En este punto no es tan diferente del pase como práctica, me animaría a decir que a pesar de su puesta en escena y con sus fracasos y jerarquías a cuesta, aún no ha sido explorado en cierta dimensión. Saquemos entonces el dispositivo, el final, la escuela, la entrada. Con lo que queda sólo pretendo tomar la imagen del dar testimonio a otros, en este caso de lo que fue leído. Sobre este punto dejaría abierta la pregunta qué tiene que ver semejante invento de Lacan con el de Freud, con el análisis.

Dado nuestro oficio, debo confesar mi torpeza, quizás especialmente en lo que me fue encomendado: la lectura. Otras profesiones la tornan especializada, sistemática, erudita. El nuestro, a dios gracias, la fragmenta y la torna equívoca.
Desde aquí, entonces, mi primer acercamiento a El sujeto por venir. Munido de mi ejemplar de El sujeto por venir me dispuse a emprender el viaje.
El prólogo-comentario, que bien podría ser leído en esta mesa, me llevaría por una intensa deriva. También al diccionario y a la filosofía, a la letra y el deseo, a la ciencia y a la verdad; y a un preanuncio y un diálogo con los escritos por venir —bella frase que Lacan dice a Françoise Cheng—. Con lo que diversas evocaciones acudieron en mi auxilio, o en mi perdición, pues el sujeto por fin cuestionado me envió a una subversión que trastoca la dialéctica, la platónica y la de su repetición: la hegeliana.
Con el recorrido por los textos de los autores se abrió una pluralidad de voces. No sólo la heterogeneidad se presenta a nivel de lo singular, sino también a nivel de los temas y de los registros elegidos para dar cuenta del trabajo compartido. Y esto quiero resaltarlo, pues en nuestro campo estamos acostumbrados a una lectura monótona, repetitiva y adormecedora. Y aquí se presentaba en cada uno de los textos una búsqueda o un encuentro provisorio que daba cuenta de un intento de repensar el sujeto del psicoanálisis. Pero, detrás, como telón de fondo, un dar su posición respecto del psicoanálisis. Rara avis, entonces.
Con lo que se presentó otro embrollo. Cómo armar estas palabras. Llegado a este punto de lectura y al ir avanzando hacia los últimos escritos, resultaba cada vez más tentador entrar en cada texto y realizar un comentario singular. Pero, decir singular, ¿nos libra de lo individual? Por otra parte no se presentaba a la vista un punto en común que reuniera los textos, sí ciertos efectos de dispersión. Y sin embargo algo me detenía, y no captaba bien qué. Una resonancia.
Con lo que luego de dar esa primera vuelta, llegado al momento de terminar el libro, dejé decantar la lectura para que ni yo que interrumpía constantemente, ni mí que quería tomar la palabra, respondieran apresuradamente a eso que inquietaba.

Me detengo para distraer una certidumbre anticipada.
Dije que antes de encontrarme con el objeto libro, el título chocó en mí. Pero no dije con qué chocó. Chocó con un fragmento de Otros escritos, con La equivocación del Sujeto Supuesto Saber.
Eso dio lugar a un punto exterior de lectura, infinito que trabajaría y me acompañaría a lo largo de la curvatura del texto. En comienzo entonces debería exponer lo que de eso en mí acude a la cita: el souvenir.

Imposible volver a encontrar el inconsciente sin acelerar con todo, puesto que su función es borrar al sujeto.
[…] Esto recuerda que el inconsciente no es perder la memoria, es no acordarse de lo que se sabe. Pues hay que decir según el uso del no purista: “yo me acuerdo de ello” [je m’en rappelle]* o sea: me llamo [rappelle] al ser (de la representación) a partir de ello. ¿A partir de qué? De un significante.
No me acuerdo más de ello. Eso quiere decir que no me encuentro allí dentro. Esto no me induce ninguna representación con la cual se pruebe que yo había habitado allí.
Esa representación es lo que se llama souvenir [recuerdo]…

En este punto, para que se presente el espíritu de la letra, es necesario tropezar, meter la pata, en este caso el pie de página en el cuerpo del escrito:

* “De esto, dice el sujeto, no me acuerdo (je ne me rapelle pas).” Es decir: al llamado (appel) de un significante que sería necesario “me represente para otro significante”, no respondo “presente” debido a que por el efecto de ese llamado ya no me represento nada. Soy una cámara oscura en la que se ha alumbrado: no hay ya forma de que se pinte en ella a través de su ojo de alfiler la imagen de lo que pasa afuera. El inconsciente no es subliminal, débil claridad. Es la luz que no deja lugar a la sombra, ni al contorno insinuarse. Representa mi representación allí donde ella falta, donde no soy más que una falta de sujeto. De allí el término de Freud: representante de la representación.

Ya que no pretendo extenderme, siguiendo desde otro lugar a la letra La equivocación… de Lacan podemos colocar junto a la cita los versos de Borges:

Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
El verso continúa:
“Dios…”

Olvido es un nombre de eso que no hay en Dios.
Como resto valdría llegar a la expresión: El análisis dona el olvido.

La invitación fue a la lectura y al comentario, y hasta ahora sólo hablé de un punto al infinito. Colocando junto al por-venir el souvenir, al sujeto junto a Dios, y la equivocación al SsS. Torpeza que ni siquiera puedo atribuirme sino por aquello que este oficio que practicamos ha hecho en mí. Quizá la presencia de las aventuras de “Alicia a través del espejo”, o los efectos de la torsión que el invento de Freud ha reintroducido en el lenguaje, el sentido antitético de las palabras; no la simple oposición reactiva sino la apertura del doble: los contrarios. Sea como sea, es necesario recomenzar.

No sin atolondramiento, en la primera vuelta, pasé de largo. Dije atolondramiento, pero podría decir prisa; que no se debe al tiempo ni al apresuramiento en la lectura. Sino al instante de la mirada y del pensamiento que empuja, capta y precipita [Begriff diría Freud, prise Lacan]. Sin pretender superar ese acto de captura, se abrió paso la equivocación [Vergreifen, acto siempre sintomático en Freud, méprise en Lacan].
En tanto la captura da lugar al texto como pretexto para escribir un escrito (propio, podríamos decir), la equivocación empuja a las palabras como anotaciones al margen (de un texto ajeno de sí). Así tendría que ser escuchado esto.
Con lo que recién concluida la lectura, se presentó La presentación. No la de enfermos, de la que no está de más decir al pasar que se trata de una práctica que Lacan practicó a lo largo de su enseñanza, junto con el análisis y la supervisión. Me detuve entonces en La presentación de los autores, la que pretendo leer a la letra. Y de donde quisiera tomar un movimiento que desplaza y distingue la reunión en torno a la pregunta: ¿El sujeto del Psicoanálisis?… Del compromiso de intentar dar cuenta de la práctica.
Decía distinguir porque las dos cuestiones no están en el mismo nivel. Si el acento cae en el sujeto y la singularidad, en torno del psicoanálisis el compromiso es dar testimonio de una práctica. Dar respuesta a la pregunta, incluso no responderla, relanzarla, abrirla, no necesariamente es dar cuenta de la práctica. Y ambos niveles, disparejamente, van a estar trabajando en este libro a lo largo de los textos. Pregunto entonces ¿de dónde viene el título del libro, de la respuesta a la pregunta por el sujeto del psicoanálisis o del intento de dar cuenta de la práctica?
Hace tiempo una paciente traía un sueño: desgarraba el papel de la pared, frase que podemos tomar a la letra, para encontrar no sin sorpresa que lo que aparecía eran ladrillos a la vista. Lo oculto está a la vista… en este caso mi ladrillo era el título mismo.
El dar cuenta de la práctica no es en conjunto. Y La presentación da testimonio del tiempo de la lectura y del de la primera ex-posición, literalmente poner afuera: la jornada “El sujeto por venir”. Título que resiste —quizás deberíamos decir insiste— la discusión, la reescritura y la publicación, segundo tiempo de ex-posición —al que esta presentación pertenece—. El libro lleva en sí ese tiempo de cierre y de apertura, no sólo con la jornada y la publicación, también por tomar el prólogo como un retorno.
Esto es preciso destacarlo, porque construye y lleva en sí la construcción de una exterioridad. Cuestión ética, imprescindible para resituar al psicoanálisis en el campo de lo político. En este sentido toma intensidad lo que antes fue dicho, el “reflexionar sobre el vínculo del psicoanálisis consigo mismo y con la actualidad del mundo”. Para que el psicoanalista no quede repitiendo conceptos muertos ni hablando solo es necesaria una exterioridad por fundar. El espacio de lo público sobre el que se trace el tiempo de los posibles retornos.
Retomo, digo “insiste” ya que “El sujeto por venir” es fruto de la reunión y de la dispersión. No es lo común sino lo incomún. Lo in-común traído de una lengua muerta que juega con el “en” de la reunión y con el -in de la negación. Paradoja entonces. Eso que hace lazo y no relación. Eso que no arma una institución ni un trabajo grupal, y coloca en retraso a Los autores frente a lo por decir.
Sin lo común, lo colectivo se funda en el abismo, ahí debemos colocar lo incomún. Colectivo inevitable e insostenible. Desligado de la jerarquía, sin jefes ni seguidores, abandonada la malentendida voluntad de poder, lo colectivo se sostiene desde el espacio de la acción, del trabajo com-partido. Habilitando un estado de apertura, “un estar en relación con”. Lazo renovado cada vez por cada uno. Lazo con la pregunta rectora pero también con la práctica, y con algunos otros —donde debemos colocarnos nos-otros—.
Cuando el “estar en relación con” no se liga al garrote del poder y de la jerarquía, co-responden intensidades, grados de potencia, de afectación, de las que lo escrito intenta ser expresión, testimonio.

El sujeto del psicoanálisis es el sujeto del inconsciente. Esta simple afirmación podría ser subscripta por cualquiera de nosotros, sin embargo en el trabajo de Los autores abre interrogantes y recorridos diversos. Pero, si sujeto del psicoanálisis es el sujeto del significante, ¿de dónde viene la necesidad de agregarle el por-venir? Con eso, que bien podríamos pasar de largo, es con lo que vienen a inquietarnos Los autores.
La experiencia del psicoanálisis es una experiencia del fracaso, hecha de equivocaciones y actos fallidos, como bien da cuenta la bella cita de Beckett que nos dona este libro: “Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.” Un camino hecho de escrituras y reescrituras: -ya no creo en mi neurótica… o peor… -¿por qué no me objetaron el concepto de intersubjetividad… o el principio del placer? Movimiento que ha implicado vez por vez no una anulación sino una reubicación que nada tiene que ver con una idea de progreso, ni con un ir más allá del padre. Pero que ha dado lugar a que entre lo nuevo, y con ello una relocalización de los términos, de la técnica, de los analistas, es decir, del psicoanálisis mismo desde la práctica.
Lacan propuso el retorno a Freud entrando en diálogo con su invento: sin repetirlo. Aquí es necesaria cierta violencia. Violencia que no es forzamiento ni tampoco hostilidad. La hostilidad es lo que vuelve desde el rechazo de la diferencia.
Freud no fundamentó su teoría en el significante: eso lo introdujo Lacan. Y ahí tenemos otra paradoja, ¿eso estaba en Freud o no? Claro que no y sí por supuesto. Lo mismo sucede con el sujeto, con el Otro. Pero, ¿cómo no hacer de eso concepto, filosofía, letra muerta?
Debajo del Edipo freudiano Lacan deslizó como cáscara de banana sus nudos, para que tropiece, para que falle, para que se mueva. Para que la teoría freudiana no se ni nos petrifique como la cabeza de Medusa, función de la mirada. Pero, ¿nos-otros tenemos algo para deslizar debajo de Lacan? ¿Alcanza con repetirlo?
El repetir en tanto ecolalia lleva al concepto, a la técnica, a la letra muerta y a los -ismos; pero tampoco se trata de decir cualquier cosa o de decir otra cosa. El “retorno de lo mismo” necesita de al menos dos series heterogéneas, de dos tiempos, de la repetición que no repite la semejanza. No se trata de un reemplazo de términos que nos lleve al armado de un sistema, de otro sistema. Lo abstracto aspira. Eso conduce a una filosofía, no a una práctica.
Pero desmarcarse de la voz rectora tampoco implica decir lo opuesto. La negatividad está en el lenguaje, no en la práctica. La oposición no permite abrir el campo de las alternativas, de las múltiples posibilidades, de la invención, del juego, de los simulacros. No cuenta con el sinthome. Contar con los contrarios es otra cosa, es mover el vacío.
Cuando en nuestro mundillo se plantea la confrontación del primer Lacan con el último, cuando se intenta hacer una pato-logización del nudo borromeo, cuando se reemplaza el sujeto por el parlêtre o el deseo por el goce, estamos en problemas. Como decía antes, esto no habla sólo de los psicoanalistas, sino de la situación del psicoanálisis mismo. Pero la oposición a la voz rectora puede perderse en una falsa elección, la que no cuenta con los contrarios, con el envés.
Aquí es donde pongo la pregunta por el título, por el por-venir en tanto incomún: ¿de dónde viene el título del libro, de la respuesta a la pregunta por el sujeto del psicoanálisis o del intento de dar cuenta de la práctica? Dije rara avis justamente por eso, pues de la mano de la pregunta por el sujeto viene un dar cuenta de la práctica del psicoanálisis.

Con modos diversos Los autores entregan el sujeto a la pregunta, a la voz interrogativa, al blanco. Trabajan el sujeto del psicoanálisis como efecto, no para atraparlo en el instante de captura significante sino para destacar el tiempo evanescente de la suspensión, la sorpresa del movimiento perturbador.

El tratamiento del sujeto del significante es puesto en juego en los puntos suspensivos, en el entre de las re-significaciones por venir. El movimiento que se juega en la superficie trae entre escena y escena el fondo, pone en juego lo irrepresentable en medio de la representación.

Pregunta ética que da en el blanco: “¿Es posible sostener los términos inconsciente, sujeto, parlêtre, sin que se anulen entre sí?” Y que nos obliga a dar fundamento del psicoanálisis como práctica y no como filosofía. A la vez que nos envía a reflexionar sobre la cuestión de la representación.

Escritura, borramiento, reescritura, posibilitada desde un dar su-posición por parte del analista. Puesta en acto del dispositivo analítico en la psicosis desde la paridad: desdoblamiento, alternancia, hipnosis inversa, que permite un aparecer. Liberación de la imagen. Inyección de la risa en el sufrimiento.

Trastocamiento del tiempo, debilidad mental que no tolera la suspensión, oscilación que precipita entre la anticipación y la retroacción. Futuro anterior. Reescritura continua sobre un ombligo: la imagen anticipada en el espejo plano que sostiene un desconocimiento esencial.

El hombre como lo indecidido. Y el psicoanálisis como una práctica que opera una sustracción del pensamiento.

Pulsión, eco en el cuerpo. Búsqueda que armando bordes, ritmos, musicalidad, danzas, empuja a salirse del discurso dentro del discurso. Confines que ponen en cuestión la representación y lalengua.

Migración, empuje fuera del repliegue de la interioridad. Fuera de sentido. El inconsciente como tercero que pone en cuestión la actualidad del mundo. Inicio de la construcción de una exterioridad decisiva en la fundación de la ex-sistencia del psicoanálisis.

Para concluir quisiera des-encubrir un movimiento, para dejar en suspenso la pregunta: ¿De dónde viene lo nuevo al mundo? En el silencio, blanco, podría llegar a tomar lugar lo invocante. La voz afecta los cuerpos y llama a la expresión.
En torno a eso ronda la cosa de “El sujeto por venir”. En tiempos de homogeneización, vuelvo al punto de partida, de permanecer oculto tras el concepto y la pseudo-repetición la expresión llama al acto de aparecer.
Tomando la pregunta por el sujeto Los autores señalan el por venir. No en el sentido del futuro cronológico que es automatismo de repetición del pasado que repite la semejanza, sino del por-venir que se abre a la suspensión. El psicoanálisis nos enseña que ligando la repetición a la diferencia se da tiempo.

Pero quizás aún debamos detenernos. No solos, con algunos otros, como los reclusos del tiempo lógico para dar testimonio de lo que escapa a la mirada, de eso que cargamos en nuestra espalda.
El dar preeminencia en todo a lo simbólico es uno de los efectos de la enseñanza de Lacan. Quizás él mismo lo advertía al señalar otro garrote diferente que el del poder y la jerarquía. Indicando que en este mundo tórico el psicoanálisis tiene afición por poner en el afuera lo que está en el interior: el inconsciente. Con lo que advierte sobre el uso del corte en el toro de lo simbólico si éste envuelve totalmente lo imaginario y lo real . Queda en suspenso la pregunta: ¿Qué exterioridad entonces hay que construir para la práctica?
Podríamos agregar otras, ¿cómo reubicar el imaginario luego de la irrupción de la topología? O imaginando: ¿es posible traer el espejo al nudo? O si, interceptado el ojo, ¿la mano trastoca la relación entre representación e imagen? Incluso, arriesgando, preguntarnos si en este renombrar el sujeto poniendo junto el por-venir en tanto suspensión ¿no resuena algo de esto?

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