Infancias y adolescencias vulneradas.
Por Rosario Baratta y Sonia Libertchuk.
El presente texto surge a partir de las circunstancias que nos interrogan respecto de niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad.
Alguno de los casos que vamos a abordar dan cuenta de pacientes que han sufrido o se encuentran, en el momento de su tratamiento en estado de vulnerabilidad. Que sufrieron situaciones de maltrato, abandono o descuido.
Puede ocurrir que por circunstancias azarosas alguno de los progenitores, o quizás ambos no puedan desarrollar su función, es decir que el adulto, la madre o el padre que debía alojar no ocupó ese lugar.
¿Qué entendemos entonces por vulnerabilidad?
Para ello vamos a remontarnos a los tiempos constitucionales, tomaremos en cuenta los tiempos primordiales de prematuración biológica en la que nace el humano, quien se encuentra a merced del Otro, y de quien depende absolutamente para vivir.
Es un tiempo de desamparo, de estado de dependencia y extrema indefensión.
Allí cuando acontece la primera experiencia de vivencia de satisfacción que inaugura la marca, que da origen al anudamiento de la huella mnémica correspondiente a la excitación con la percepción de la satisfacción de la necesidad.
Este mecanismo que va a impulsar al aparato psíquico a trabajar en un intento por hallar aquella primera experiencia de satisfacción ya perdida; moción a la que Freud llamó deseo.*
La acción primaria de alimentar implica también instaurar un orden simbólico a partir del lenguaje, operación que tiene lugar apoyándose en una necesidad.
Y es también una apuesta al advenimiento de un sujeto y trabajar para que ello tenga lugar.
Este tiempo de prematuración debe pensarse en relación al deseo, en tanto el acceso a la vía deseante solo se produce por las redes del lenguaje ofrecidas desde el Otro. Entonces el desamparo es estar a merced del lugar que se tiene en el deseo del Otro.
La respuesta a la pregunta ¿Qué quieres de mí? Orienta al sujeto a darse una respuesta identificándose al objeto que supone que el Otro desea. Esto es posible, si el Otro pone en juego su falta, permitiendo que el sujeto encuentre el intervalo que lo aloja en un lugar de causa de deseo y convalide así, esa identificación.*
“Ser subjetivado es tener lugar en un sujeto como válido para otro sujeto”(1)
Ahora bien, cuando el Otro que debía alojar falta a la cita, acontece entonces la situación de vulnerabilidad.
En esos casos la pregunta sobre el deseo del Otro no halla respuesta y en su lugar se advierten las huellas del maltrato, del abandono, de la falta de deseo o de imposibilidad de alojar o sostener.
No haber sido alojado en el Otro como deseado, deja marcas elocuentes.
En nuestra práctica clínica vemos la importancia que tiene para un sujeto la manera en que fue deseado.
Entonces, ¿cuál es la apuesta de los analistas frente a estos casos?
Entendemos que el analista ofrece su persona, su presencia, la espera, el sentimiento del existir para otro, estas son algunas de las apuestas que hacemos en un tratamiento.
Ofrecemos un lugar del que pueda entrar y salir, alguien que lo espere, lo piense, lo historice, lo nombre.
La apuesta es hacer consistir el deseo de que advenga un sujeto y encuentre amparo en ese deseo.
Los invitamos a recorrer un camino que nos interroga y nos desafía a poner en juego intervenciones novedosas.
(1) Lacan, Jacques: Seminario 8. “La transferencia”.
*Trabajo de Investigación “Abordaje de pacientes graves en el centro de salud”. Centro de Salud Mental Nº 3 Dr. Arturo Ameghino”. 2010
** Op. cit