Pensando el vínculo de pareja.
Oscar De Cristóforis
PENSANDO EL VÍNCULO DE PAREJA.
Es prioritario que a manera de fundamento, se desarrollen algunas ideas con las cuales nos manejamos cuando nos referimos a “la pareja”; conceptos, casi todos ellos, que se ponen de manifiesto en la experiencia clínica. Es además interesante que el lector repase y constate desde su experiencia personal, si muchos de los conceptos aquí vertidos coinciden o no con su experiencia personal, y si le agrega o modifica en algo, los puntos de vista que aquí se focalizan.
La pareja sexual adulta, (y sobre ella haré referencia en estas páginas), se entiende hoy, como el producto de un encuentro amoroso, entendido éste como un acontecimiento que crea un plus y modificaciones en cada uno de los sujetos que la integran. Se produce a través del entrecruzamiento del goce, deseo y amor de ambos, un reordenamiento subjetivo y una escena fantasmática particular. Se crean entre ambos, pactos, acuerdos, códigos (conscientes e inconscientes) que permiten la pertenencia al “conjunto pareja” y la posibilidad de tramitar la alteridad y ajenidad del otro.
Tal vez no sea exagerado decir que la pareja es el origen de la vida, no solo biológica, si no también psíquica y emocional. Es dentro del espacio que forma este mini sistema donde se observan con mayor exactitud los linderos entre normalidad y patología; es aquí donde se presentan los funcionamientos psíquicos más arcaicos. Aquí el absorber, devorar, ser devorado, morirse de amor, de rabia o de celos, son cosas del diario vivir
Julia Kristeva, una famosa semióloga y psicoanalista francesa, afirma que la pareja es un proyecto utópico para recuperar continuamente el paraíso perdido de la díada originaria, esa que se establece entre la madre y su bebé. “Me amas, luego soy”. Es decir, que una pareja otorga identidad a los individuos, y un reconocimiento repetido, por lo tanto aporta seguridad. Función de sostén, como una madre con su bebé. El amor se mueve entre los polos de la fascinación y el inevitable desencanto. Lo difícil es sostener el deseo. La amenaza de la escisión entre la corriente sensual y la tierna, es permanente. La corriente sensual es la que está más del lado del deseo, de lo erótico, de la sexualidad, mientras que la de la ternura se refiere a lo tierno, afectuoso, cariñoso, amable.
Esta división del amor en distintas corrientes ya se hacía históricamente: siempre se sostuvo una oposición entre el amor-caritas, (Papa Inocencio (411.417) decía “charitas coniugalis”, (también se usaba “dilectio”, amor de preferencia y de respeto) de la pareja conyugal (matrimonial), y el amor-pasión, de la pareja extra-conyugal. Actualmente el amor quiere prevalecer en ambos vínculos, y, acrecentando al máximo la exigencia de fundir en él las dos corrientes. Esto crea una ilusión, un ideal, que casi siempre, al no lograrse o sostenerse, produce mucho malestar en los vínculos.
Otro francés, en este caso A. Ruffiot, sostiene que una pareja resulta por cierto de la conjugación de dos individuos distintos. Pero lo que constituye la esencia de la pareja, y la naturaleza misma de sus dificultades, se relaciona en profundidad con la constitución de un aparato psíquico común, más allá de los dos Yo individuales. La pareja no es el resultado de una suma de dos Yo, sino que se origina en esta “psicosis normal” que es el estado amoroso, fusión de dos psiquismos. La crisis de la pareja es un sufrimiento de este aparato psíquico conyugal. Incluso propone la hipótesis de la pareja en tanto grupo, y usa la condensación de las dos palabras, grupo y pareja, que en francés sería “grouple” y traducido, algo así como “grupeja”. Esta condensación verbal, si no fuese tan disfónica y semánticamente osada, dice, ilustraría con bastante exactitud su propósito.
Recordemos, además, que Freud en la Metapsicología (1915) escribe que “el inconsciente de una persona puede reaccionar al inconsciente de otra, eludiendo lo consciente”. Esto sirve para pensar lo que puede armarse entre ambos.
Una pareja, como lo fue en un primer momento la familia, y luego también lo serán las instituciones, proporciona matrices identificatorias. La pertenencia a ella garantiza seguridad y permite que nuestra identidad continúe conformándose porque promueve identificaciones y atribuye significados.
Me parece conveniente antes de seguir adelante plantear como diferencio pareja de matrimonio. Este último es una institución social, y por lo tanto reconocida como legítima por la sociedad, que tiene como fundamento la unión de un hombre y una mujer (ahora también con personas del mismo sexo) con el objeto de constituir una familia (tener hijos, en la mayoría de los casos) e implica el respeto y acatamiento de una serie de leyes civiles y/o religiosas. Para la religión católica es un sacramento instituido para santificar esa unión con carácter indisoluble. En cambio cuando uso pareja a secas, y no “pareja matrimonial”, me refiero a todo tipo de unión posible entre un hombre y una mujer, o individuos del mismo sexo, cuyos enlaces pueden o no respetar leyes civiles y/o aspectos religiosos. Entonces pareja sería más abarcativo que pareja matrimonial, siendo esta última sólo una subclase del conjunto mayor.
La pareja matrimonial, entonces tiene como objetivo principal el conformar una familia donde se incluye, casi siempre, la idea de criar hijos. Es de carácter universal ya que se encuentra en casi todas las culturas. Según el numero de cónyuges se denominan monógamos, la unión de un solo hombre y una mujer; polígamos, entre un hombre y varias mujeres; poliándrico, entre una mujer y varios hombres. Además todas las sociedades, tanto pasadas como actuales, han dispuesto limitaciones a esa unión, siendo la mas conocida el incesto, es decir, la prohibición de la relación carnal entre parientes muy próximos (parientes de primer grado). Ese temor al incesto en algunas sociedades se extiende sobre tíos y sobrinos o primos. Llamamos exogamia a la limitación de elegir cónyuges entre los miembros del mismo clan o tribu, y endogamia cuando así ocurre.
Los trabajadores en salud mental solemos usar estos términos, por extensión, para aquellas familias con características mas cerradas en su desenvolvimiento social o de mayor apertura (exogámicas).
Una pareja, como señalaba más arriba, resulta por cierto de la unión, el enlace, hasta se podría decir el engarce, de dos individuos distintos. Pero, remarco, lo que constituye la esencia de la pareja, y la naturaleza misma de sus dificultades, se relaciona con esa constitución de un aparato psíquico común, más allá de los dos Yo individuales. De ahí que decimos que la pareja no es el resultado de una suma de dos Yo, o de dos individuos o de dos subjetividades, sino que se origina y se sostiene en el estado amoroso, que es fusión de dos psiquismos. Por otro lado, la crisis de la pareja es un sufrimiento de este aparato psíquico conyugal. Por eso en la mayoría de los casos, necesitamos de la presencia de los dos para tratar esa crisis.
Cuando nace una pareja, producto de un amor recíproco, compartido, se produce en cada uno de los partenaires psíquicos (ya sea que haya una vida en común o no, que este amor sea declarado o no) un trastorno tópico, una suerte de “desprendimiento”, de disyunción yoica interna, de descentración, de puesta en común de espacios psíquicos que hasta ese momento eran percibidos como irreductiblemente yoicos.
La relación de pareja va a ocurrir alrededor de dos ejes: 1) la lucha de cada uno de los participantes por conseguir a través de la relación con el otro el mayor grado de expresión de las necesidades, deseos y fantasías inconscientes propias y, b) el intento de hacer esto con el mínimo grado posible de confrontación con los propios miedos, temores y ansiedades.
En resumen, estos niveles, institucional por un lado, y pulsional, por el otro, establecen, así, varias funciones:
1) Logro de un lugar, un status y una apoyatura en la red social amplia (nivel institucional).
2) Apoyo e incremento de fuerza al unirse a un compañero, incluyendo lo económico (nivel institucional).
3) “Colmamiento” narcisista en el enamoramiento y formación de un sistema de confirmación e identidad externos en la pareja.
4) Establecimiento de un sistema defensivo interpersonal mediante la elección de la pareja.
Cuando una pareja utiliza la frase “algo entre nosotros”, la frase indica la expresión vivencial de un vínculo (“algo”) que está entre ellos (y que no son ellos), pero que, al mismo tiempo, es producido por ellos. La frase contiene, de hecho tres términos: “algo” (lo contrario de “nada”), que hace referencia a los contenidos de la relación (emocionales, conductuales, presentes, pasados, etc.); “entre”, que hace referencia al vínculo, a la unión; una situación en medio de dos, dentro de, un estado intermedio; y “nosotros”, que hace referencia a los miembros del conjunto, pero también al conjunto mismo (cf. Cincunegui y M. de Chebar, 1996).
Ese “algo-entre-nosotros” implica, en psicoanálisis de parejas, la tarea de identificar la red vincular que le da origen, y de la que cual a su vez es productor. Implica superar una visión dilemática, para pasar a una binaria; pero implica también superar varias oposiciones: determinismo/azar, acontecimiento/estructura, aparato psíquico abierto/cerrado o modernidad/posmodernidad (J. Puget, 1996).
Ese “algo-entre-nosotros” se juega en un espacio psíquico y posee diversas características fundamentales, entre ellas, un marco de legalidad (normas consensuadas, variables fijas y otras que se van generando en la relación, etc.); una puesta en escena argumental (la pareja juega distintos personajes de su historia encarnados en y con el otro); y un grado de repetición y creación (la imposibilidad o posibilidad de “jugar” de distinta manera y de elegir cómo hacerlo).
En una convivencia de pareja prolongada es muy probable que se produzca la asimilación por uno del estilo de vida del otro, algo así como una “sumisión” de la personalidad del uno en el otro, y abarcando, además, su patología. Se conforma entonces una simbiosis que determina que ambos muestren reacciones muy similares, con rasgos comunes aprehendidos uno del otro a tal punto que se los percibe “como parecidos”. Cuando uno observa esas parejas mayores con muchos años de convivencia, piensa que fue esa similitud lo que los llevó a permanecer tanto tiempo unidos, cuando en realidad esa similitud es producto de lo años de convivencia En este tipo de parejas es posible observar una adecuada administración de las pasiones. La pasión amorosa parece tener un ciclo de vida, en el momento de apogeo de la pasión la pareja permanece fielmente unida, sin embargo esta situación llega a terminar para dar paso a los desencuentros de pareja, incluso a las separaciones. Sin embargo la pasión –que es el núcleo del amor- tiene el prodigio de renacer, entonces la pareja logro nuevamente el equilibrio y la relación se hace duradera con sus ciclos de pasión altos o bajos. Cuando la pasión en una relación amorosa no puede re-establecerse, dando lugar a la intolerancia, la inmadurez, el abierto antagonismo o competencia en los intereses de la pareja es que los problemas de resquebrajamiento del vínculo empiezan a evidenciarse.
La Elección de pareja.
En general uno elige su pareja bastante condicionado por los amores infantiles es decir, con un notable sesgo edípico y narcisista: “La elección de una persona se basa en la relación con uno mismo. Se ama lo que uno es en si mismo; lo que una ha sido; lo que quisiera haber sido; a la persona que fue una parte de la propia persona; o a la cualidad que uno quisiera tener”. Esto lo dice Sigmund Freud en “Introducción al narcisismo” en el año 1915. La otra vertiente que señala es por “apoyo o anaclítica”, el padre protector (proveedor) y la madre nutricia.
A veces pensamos que tenemos total libertad en nuestra elección, pero estamos altamente condicionados por nuestra trama inconsciente. Trama que incluye fijaciones en las vicisitudes del decurso del deseo.
CÓMO AFECTAN LOS CAMBIOS ACTUALES EN LA CONFORMACIÓN DE LAS PAREJAS
“Nos encontramos ante un desorden de las pautas del cortejo”, señala Meler, en el marco de situaciones como “la posibilidad de demorar la edad del matrimonio”; “la desidealización de la alianza conyugal” o “la tendencia hacia la búsqueda ‘racionalizada’ de un o una compañera adecuada”. Es lo que François de Singly ha denominado “un nuevo matrimonio de razón” (“Un nouveau mariage de raison”, Dialogue Nº 77, 1982). Ese autor observa en los jóvenes franceses una sucesión de convivencias ensayadas a título experimental, tendencia que se encuentra también entre nosotros. Si los integrantes de la pareja no se sienten satisfechos, esa relación caduca y se busca otro ensayo, con el objetivo de encontrar, finalmente, una persona adecuada para formalizar un proyecto en conjunto. Una vez cuestionado el prestigio del amor-pasión, se reflota así la racionalidad para la elección de pareja
Parejas tradicionales: en su forma conyugal, caracterizadas por una fuerte concentración del poder por parte del hombre y la consiguiente dependencia económica y emocional de la mujer. Existe en ella una división sexual del trabajo absoluta, no interviniendo la mujer en una actividad productiva y sin participación del varón en la crianza.
Parejas transicionales: son las que comienzan suscribiendo un contrato tradicional que va evolucionando paulatinamente hacia la posibilidad de compartir tanto la generación de ingresos como la atención de los niños pero el marido sigue siendo el proveedor económico principal. Comienza a darse un proceso de desidentificación del rol tradicional.
Parejas contraculturales o innovadoras formadas por mujeres que no aceptan la pasividad frente al marido. Suelen representar el rol de proveedoras económicas aunque el ideal de maternidad es manifiesto.
Nuevas parejas, nueva revolución sexual. Otras maneras de amar
Parejas con amplia autonomía individual, intercambios, separación entre sexo y amor, infidelidades pactadas… Las formas alternativas de convivencia son un hecho en Europa y América.
Este conflicto que aparece en la manera de asumir el rol femenino o masculino en la pareja se crea a partir de la confusión entre lo que era ese rol hace algunas décadas atrás (en lo que solemos llamar la pareja tradicional-patriarcal-paternalista), y uno nuevo que se pretende ejercer en esta época de grandes cambios socio-culturales. Lo que resulta, entonces, es un híbrido que no llega a conformar ni al hombre ni a la mujer. Por eso es tan adecuada la reflexión de M. Kundera cuando dice que el hombre busca una mujer que ya no existe, y la mujer un hombre que todavía no ha nacido. Hay una pregnancia para ambos acerca del rol proveedor del hombre, y del nutricio de la mujer (maternal y doméstico). Por otro lado, ambos quieren ser independientes, realizar sus proyectos personales sin ningún tipo de límites y olvidan que el estar en pareja (y fundamentalmente en la matrimonial) implica una amplia restricción a la vida individualista.
Sabemos que la cultura, como producción en devenir, estructura las represiones y los goces (esto es la universalidad del Edipo). Se trata entonces, de constatar, en los tiempos que corren, lo que se reprime y lo qué no, y las formas de goce que se asumen.
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“Para que haya un efecto de encuentro, tiene que haber un efecto por el cual la alteridad –el ser otro– de cada una de las personas que integran un vínculo sea capaz de producir consecuencia al otro”.
La alegría para Spinoza es una pasión activa y positiva que puede transformar las pasiones tristes y pasivas (como el temor, la humildad, la tristeza,) en las primeras. Está además, asociada a la libertad del hombre y al amor, de ahí, que se lo pueda emparentar con el concepto de libido en Freud (pulsiones vinculadas a Eros y opuesta a thanatos). Amar alegra y la alegría nos hace pasar a un estado de mayor perfección. El amor expulsa la tristeza y por lo tanto amamos a quien nos produce alegría.