Texto

Lo femeninO…. ¿lo Origin-al?

Adriana Mecca [1]

“Cuando en realidad se ama, esto no tiene nada que ver con el sexo”.
J. Lacan.

Freud, a lo largo de su teorización sobre la sexualidad, desde “Tres ensayos de teoría sexual” (1905) hasta “La feminidad” (Conf. N° 33, 1933), se fue preguntando sobre la sexualidad en los niños y la marca que el transitar edípico va dejando en cada sujeto. En relación a lo femenino, Freud se preguntó: “¿qué quiere una mujer?” y entre las respuestas que da, señala el camino de la maternidad como salida posible. A partir de las investigaciones de Freud sobre la sexualidad femenina, Lacan se pregunta: “¿qué es una mujer?”, y mi propuesta en este trabajo es, avanzando con su teorización, poder dar cuenta de “¿qué es una mujer para un hombre?”.

Esta presentación es en relación con el tema de investigación de mi Tesis de Maestría en Psicoanálisis, cuyo título es: “¿Qué es una mujer para un hombre?”, basada en las teorías de Freud-Lacan y otros autores psicoanalíticos. Para Lacan, la mujer es un síntoma para el hombre y este constituye una solución de compromiso entre dos fuerzas opuestas, una de ellas proveniente del Ello y la otra del Yo que se le contrapone, generándose el conflicto que al no tener resolución viable o posible, el aparato deberá “hacer algo con eso”.

Lacan nos dice que la mujer encierra un Real, algo traumático, de lo que no se puede hablar, no hay significantes que lo abarquen ni que lo puedan significar. En el complejo de Edipo sepultado en lo Icc, el varón sufre la amenaza de castración. Esto le produce angustia, cuando al ver el órgano sexual femenino de la niña se le presentifica la confirmación de aquella amenaza. Ante la angustia de castración, se produce el síntoma y cada una de las estructuras nosográficas, se las arreglan de alguna manera para “no saber” de eso, motivo desencadenante de la estructuración neurótica.

Frente al encuentro de lo masculino con lo femenino, el sujeto debe “hacer algo con eso”. La formación del síntoma, podría ser una salida, que encierra un Real según Lacan, que al decir de Freud en su definición del síntoma histérico “es el grano de arena sobre el cual el molusco arma la perla”. Podemos pensar que lo femenino es lo “imposible”, de eso no se puede “decir”, no hay significantes (palabras) que lo abarquen o signifiquen, es lo que no tiene sentido, es de lo que no se sabe nada, es un “vacío” que produce una angustia sin nombre, de lo que se des-conoce absolutamente. Lo que no se conoce y no se puede nombrar, genera angustia porque no se puede asir, es de lo que no se puede “apropiar”.

Lacan, demuestra que la mujer es “no toda” (ella), pues tiene un goce en “ex – ceso”, goce místico o femenino, suplementario, que “ex – cede” al goce fálico, masculino; este último, acota el goce y ordena el aparato, generando procesos de simbolización. Lo masculino, frente a la “alteridad” máxima, a lo “otro”, lo “diferente” (como es lo femenino), se trauma… no “sabe”, no “puede”, “responder” al ENIGMA, ya no de qué quiere una mujer, como decía Freud, sino de qué es ESO (Ello), esa “cosa” o Das Ding frente a lo que tendrá que arreglárselas de alguna manera (y no como está hoy en día en boga “tachándola”); ya que constituye un Real y con ESO no se puede…. A lo diferente, hay que aceptarlo primero, atravesando el temor y el miedo a la castración y a la pérdida, asumiéndolas, para integrarlo después, pues… a pesar de cualquier rechazo, ESO “es” y seguirá siendo… estando ahí, tan dentro como su primer objeto de amor internalizado, la primer presentificación de la diferencia por antonomasia, LA MADRE.

El Dr. Oscar Paulucci, en un escrito sobre la extimidad, dice: “En la constitución subjetiva, una otredad nos habita; nacemos en un mundo lenguajero, necesitamos ser nombrados, mirados, deseados por el otro”, y continúa: “Freud ubica al síntoma y lo reprimido como “tierra extranjera interior”, lo más ajeno al Yo se encuentra en el interior, exterioridad que retorna en un lapsus, un síntoma o un sueño. Lacan afirma que “El inconsciente es el discurso del Otro”. A esa particular intimidad donde lo más íntimo es extranjero la llama “extimidad”. Extimidad referida a la palabra del Otro, extimidad de la imagen del otro, con la cual nos identificamos” y agrega: “La dificultad del ser humano para aceptar lo heterós, lo femenino irrepresentable que resulta ajeno y hostil, atestigua una alteridad insoportable…” (O.Paulucci, 2016) y alude a la posición del analista que “ocupa un lugar éxtimo” que posibilita la escucha del analizante.

Lo femenino “es”, no se lo puede saber ni explicar, la “matriz” (madre) de todas las “cosas” (CAUSA) de engendramiento de deseo de “hacer” con lo que se “tiene” (lo masculino) los significantes, que lo que pueden hacer desde lo psíquico con ELLO… es “no cesar de escribir”, “con y en”…, “eso (Ello)”, que es la vida misma.

Das Ding, “la cosa perdida”, es el vacío – “causa” de deseo y de vida, lo “sin nombre”…. “Eso-Ello”, “la cosa esa”, que es motor y causa de todo deseo de vida, de movimiento hacia…. la vida misma. Ésta, en contraposición al empuje al “estado anterior” (la repetición desde lo pulsional), Eros, impulsa hacia “hacer” (lo masculino) algo con “Eso (Ello)” (lo femenino, lo Real, lo éxtimo). Esa extimidad que nos habita, constituyendo nuestra subjetividad, que como toda “matriz” (madre) es lo que nos constituye desde lo más “íntimo”, ese vacío que lo permite todo, pero que solamente podremos significar una parte, haciendo un síntoma (etim.: “syn” = con, y “thome” = parte), tomando una parte de “Eso” para hacer “algo”, una creatividad subjetiva y propia de cada uno en particular. Constituyendo esa particular y subjetiva “forma de hacer” mediante los significantes (lo masculino) con “Eso (Ello)”, ese “vacío-lleno” de todas las posibilidades metonímicas, de las cuáles significaremos algo quedando por fuera del significante un resto insignificable, es un imposible que sustenta la vida y la hace posible, como “matriz” del todo, lo femenino.

En matemática, el “conjunto vacío”, es “algo”, es el Uno para Lacan, es “la bolsa”, un continente que contiene, pero y la bolsa… ¿dónde está contenida?, ¿quién la sostiene?, aquELLO que la ex – cede, lo Real, ese universo “vacío – lleno” de todas las posibilidades que sustentan el movimiento de los significantes, con su metáfora metonímica, que no “cesan de escribir” mientras hay vida. “Eso” es ella, movimiento constante y permanente, constituyendo el eterno presente del aquí y ahora que define al “Ello”, que es un permanente “siendo”. Y aún cuando sufriendo algún colapso en circunstancias potencialmente traumatogénicas y especialmente en las vivencias traumáticas, donde la cadena de significantes parecen detenerse “cesando de escribir”, en tales circunstancias, el aparato psíquico sigue produciendo “efectos”, para “hacer algo con Eso”, ese Real, que constituye lo éxtimo (Lacan), lo ominoso (Freud), el imposible de significar, que es la muerte, en la que los significantes “no cesan…. de “no escribir””.

La “cosa esa que no se sabe qué quiere ni qué es”… (“causa” de deseo) es lo que para el hombre es la Mujer (Fémina). Así, en su etimología la palabra “Mujer”, parece derivar del latín “Mulier, de mollieris”, una etimología popular sin base lingüística que se relaciona con “blandura”. A diferencia de “Fémina” (hembra), voz indoeuropea relacionada con félix, fecundus, filius, etc., y la palabra “Feliz”, viene del latín: félix, felicis, fértil, fecundo; así, “Fémina” tiene la raíz indoeuropea (dhe-i-) “mamar y amamantar”, en francés “femme”. La palabra “Hombre”, proviene del latín “homine” y ésta de “humus” Tierra; la palabra latina “humus” se vincula con la raíz indoeuropea “dhghem” (tierra). Dicha etimología, que constituye el origen o raíz de las palabras, sustentan mi postulación de que de “lo femenino”, surge “lo masculino”; y que “lo femenino” constituye un Real, innominable. Por tal, permite que la cadena de significantes (“lo masculino”) lo perforen y se pongan en funcionamiento, más no pudiendo “hacer” otra “cosa” que “algo con eso”, pero que no lo pueden abarcar nombrándolo. “Lo femenino” es la “matriz-matrix”, inasible por excelencia, es la que lo sustenta todo, es “la madre” de todas las posibilidades, de las que el significante al “iluminar” alguna-s, quedan “ex – cedidas” todas las “restantes”, el resto Real de la operación significante.

Así, la pintura “El origen del mundo” de Courbet, que se dice que J. Lacan la tenía cubierta por “un velo”, develaría “el agujero” (falta) para los significantes (lo masculino). Dicho “agujero”, implica la presencia de la “cosa” que atrae por ominoso, por Real, que presentificaría el ex – ceso de goce ilimitado, el roce con el objeto incestuoso por excelencia. Lacan decía que “lo más real de la recta es que es torcida”, lo cual parece “ilógico”, una contradicción “imposible” de pensar, un oxímoron, ya que en mis postulados, la conjunción de la afirmación y la negación lógicas constituirían el Todo, ese Real que conlleva las características de lo inconsciente en donde conviven conjuntamente ambas. Así como el blanco o “transparente-vacío” de la luz, incluye la integración en el arco iris de todos los colores, esto, los significantes no lo pueden incluir, para ellos y por su función lógica, deben escoger por alguna de las posibilidades de la totalidad; constituyéndose así, el Das Ding, la cosa perdida, que generó el paradigma de goce absoluto, total y pleno. Lacan dijo que “el símbolo mata la cosa”, pero creo que no se refería tanto a “la materia”, sino a esa inmanencia innombrable que lo sustenta y posibilita, el “vacío” (“lleno” de la Totalidad más absoluta que lo posibilita todo) y que es ex – cluyente de la vida como es concebida por nuestra “realidad” psíquica, constituyendo así el registro de lo Real, lo imposible; pero también, lo fecundo, lo fémino.

La Lic. Ester Alfie, en un trabajo de su autoría, formula una pregunta que al ir construyendo mi investigación también me ha surgido, “¿Tendrían los hombres idea del amor si las mujeres no les enseñaran? En verdad es dudoso….para ambos sexos, dice Miller, eso empieza con la madre”. Tomando el aforismo de Lacan de “Amar es dar lo que no se tiene a quien no quiere” (como aclara Rudinesco), para ello es imprescindible reconocer o ser conscientes de nuestra falta (incompletud), la “castración” para Freud, “Y esto, es esencialmente femenino. Sólo se ama verdaderamente a partir de una posición femenina. Amar feminiza” (E. Alfie). En cuestiones de Amor, cuando se elige al objeto de amor, se lo hace desde “cierta disposición inconsciente que desencadena el deseo” y dice la autora: “los objetos funcionan como sustitutos de la madre”, basándose en los conceptos de Freud vertidos en su texto en el que detalla sobre las condiciones de la elección del objeto de amor en los hombres. Y menciona que desde Lacan, “En la mujer: Para el hombre, la pregunta, ¿que es una mujer? Una mujer para un hombre es el falo, o un objeto, o el síntoma. Según Freud, una mujer es, para el hombre, una madre o una puta; en este último caso, no satisfacerá al amor sino sólo al goce”.

Para Freud, la mujer puede ocupar dos lugares, el de la madre o el del objeto de deseo sexual, y para él lo que quiere la mujer es el “falo”, un hijo del padre, lo que hará que el amor sea una “repetición”, buscando rasgos del primer objeto de amor o su opuesto más extremo. Esto, produce un estancamiento en la posición histérica, en donde la mujer se orienta por la búsqueda del falo, por la envidia del pene que no posee. Y que para Lacan, basado en la lógica del no-Todo, la Mujer, lo femenino, va más allá del goce fálico, en donde y hasta donde habría un punto de contacto entre ambos, y la ubica en el lugar de la otredad más extrema, de lo otro no reconocido por imposibilidad de significar, postulando que por ello es portadora de un goce suplementario que ex – cede al fálico que lo acota, ya que el goce femenino es inacotable, y por ello un imposible.

Este goce del que el hombre no puede saber y la mujer no puede hablar, es el que en ex – ceso al goce fálico y que no tiene un órgano donde apoyarse, divide a la mujer en “no toda”, rara, inentendible, inexplicable, que debe poder construir, crear e inventar su propia versión, en esa condición femenina de amar y ser amada.

[1] Miembro concurrente APA (Asoc. Psicoanalítica Arg.) -Maestranda en Psicoanálisis APA-USAL – Miembro del equipo colab. Maestría –Doctorado APA-USAL – Miembro staff de profesionales de Fundación Tiempo – Email: adrianamecca@yahoo.com..ar

 

Bibliografía

  • Alfie, E. “Reflexiones psicoanalíticas sobre la sexualidad y el amor…Algunos interrogantes”. (Ficha de cátedra).
  • Etimologías de Chile, disponible en http://etimologias.dechile.net/, consultado 30 de Enero de 2019.
  • Freud, S. (1905). “Fragmento de análisis de un caso de histeria”. Obras Completas Tomo VII. Bs. As, Amorrortu.
  • Freud, S. (1926). “Inhibición, síntoma y angustia”. Obras Completas Tomo XX. Bs. As, Amorrortu.
  • Lacan J. (1975). Seminario XX: “Aún”. Bs. As. Ed. Paidós.
  • Lacan J. (1975). Seminario XXII: “R. S. I”. (Inédito).
  • Lacan J. (2006). Seminario XXIII: “El Sinthome”. Bs. As. Ed. Paidós.
  • Paulucci, O. (2017). “La exterioridad que nos habita”. Revista de Psicoanálisis. Tomo LXXIV N° 1.
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