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Las mujeres y el Psicoanálisis.

Carolina Singer. Trabajo presentado en la Jornada Clínica 2024.

Tanto el Feminismo como el Psicoanálisis han intentado abordar el misterio femenino aunque desde diversas perspectivas. En ese entrecruzamiento algunas feministas se han abocado a la revisión y lectura de los textos psicoanalíticos y algunas analistas se han vuelto militantes en estos movimientos. “Ni una menos”, la despenalización del aborto, la lucha por la igualdad de género, atraviesan la escena social, política y también analítica. Pero ¿cómo posicionarse desde un discurso que este entramado social pone en tela de juicio?
Las “brujas” nacieron con el mundo y la primera mujer en habitar la Tierra fue una de ellas. Claro que no hablamos de Eva, salida de la costilla de un hombre y fiel servidora de él; sino de Lilith “el espíritu del viento”. Mujer rebelde, seductora, mágica y terrible. Fue la primera en oponerse al patriarcado de Adán quien creía que todas las criaturas debían obedecerle. La mayoría de las disputas entre ambos sucedían en la cama: “¿Por qué debo acostarme debajo de ti? ¿Por qué debo abrirme bajo tu cuerpo? Fui creada del polvo de la tierra y por lo tanto soy igual que tú”. Ante la renuencia de acostarse con él, Adán intentó tomarla por la fuerza. En ese instante Lilith pronunció el nombre mágico y prohibido: el de Dios. Así recibió alas y pudo abandonar el Paraíso yéndose a vivir con los demonios. ¿Por qué se tiende a relacionar a las mujeres con el poder demoníaco? “Fémina” deriva de las palabras latinas “Fe” y “Minu”. “Mujer” significa “poca fe” entonces todo lo femenino es herético por definición. Está en la naturaleza de las mujeres ser más débiles de cuerpo, mente y espíritu; por lo cual caen más fácilmente presas de lo demoníaco. Estos argumentos bastaron para que los hacedores del “Malleus Maleficarum” (Martillo de las Brujas) justificaran su caza durante la Edad Media. No hay que ser feminista para entrever que se trata de una cuestión de género. A pesar de este ninguneo social las mujeres lograron armar su propio reducto de poder y respetabilidad comunitaria. Al no formar parte de la vida pública de la polis, pasaban la mayor parte del tiempo cuidando niños, enfermos, animales y plantas. Esto les propició cierta comprensión de los fenómenos de la naturaleza junto a variados conocimientos medicinales. Saber que fue transmitido a otras generaciones vía la tradición oral. Este “aquelarre” les permitió a las brujas la posibilidad de defenderse y ganar un lugar en una sociedad violenta. ¿Quién violaría a la curandera del pueblo? Excluidas del saber académico, las brujas se procuraron un conocimiento mágico, subversivo y clandestino que resultaba amenazante para el orden masculino imperante.
Freud inicia sus estudios con Charcot en la Salpetrière. También llamado el “Versalles del dolor” este Hospital Público albergó la miseria femenina europea: indigentes, viejas, prostitutas, locas, epilépticas y alcohólicas. Mujeres que hasta ese momento eran acusadas de brujería y simulación por la Psiquiatría Clásica. Según Falret, discípulo de Pinel: “La vida de las histéricas no es sino una perpetua mentira. No encuentran mayor placer que el engañar e inducir al error a las personas con quienes están en relación. Exageran hasta sus movimientos convulsivos a veces simulados y disfrazan y exageran todas las emociones del alma. Logran hacerse pasar por santas mientras que en secreto se abandonan a los actos más vergonzosos”. ¿Qué encubre la Histeria sino que se trata de un asunto de sexualidad? Así como Pinel liberó a los locos de sus cadenas reconociéndolos como enfermos; Charcot liberó a las brujas de las acusaciones que recibían autentificándolas como “enfermas nerviosas”. Pero en ese acto el alma y el cuerpo sexuado de estas mujeres pasaron a estar al servicio del saber médico y a ser un objeto científico. Las mujeres entraron en la escena analítica a través de la patología, donde lo femenino se asimilaba a un cuerpo sofocado por frustraciones y convulsiones. Freud colocó en su consultorio una litografía de esta escena fundante realizada por André Brouillet llamada: “Una lección clínica en la Salpetrière”. Allí aparece la figura de Charcot junto a un auditorio de burgueses enteramente masculino que observan el cuerpo desnudo, retorcido y rígido de una paciente histérica. Si bien Freud también fue espectador de estas escenas se diferenció de su maestro. Mientras que en el Hospicio se exhibía el cuerpo de estas mujeres en una escena que emulaba lo teatral bajo la mirada del médico soberano; Freud pudo ofertar una escucha en un ámbito íntimo y privado. Pasar de una clínica de la mirada a una clínica del relato y la escucha.
Podemos ubicar uno de esos momentos fundantes del Psicoanálisis en un encuentro casual que Freud tuvo durante unas vacaciones en la montaña. Mientras él intentaba olvidarse de las Neurosis y descansar de sus pacientes, la mesera que lo atendía le preguntó: “¿Usted es médico?”. Freud tardó en darse por aludido pero respondió afirmativamente. Katherina le dijo entonces: “Estoy enferma de los nervios”. Freud se preguntó si debiera intentar un análisis, pero como en esas alturas no se atrevía a utilizar la hipnosis, pensó que tal vez con una simple plática podría conseguirlo. Fue otra mujer la que puso nombre a estas pláticas con su analista. Se trata de Bertha Pappenheim – más conocida como Anna O.- una ferviente feminista, fundadora de la liga de mujeres judías y ardua defensora de los derechos sociales. Es ella quien describe estos encuentros como un “un deshollinar la chimenea” o una “cura por la palabra”. Pareciera que el Psicoanálisis fue el resultado de una invención de estas mujeres a las cuales Freud se dispuso a escuchar. Es en la carta 69 dirigida a Fliess donde produce un vuelco en la teoría. Allí dice que había dejado de creer en las neuróticas porque le mentían. ¿Era realmente posible que todas sufrieran una tentativa de seducción? ¿Acaso todos los padres eran perversos? Sin embargo este arrebato le permitió colegir que no se trataba de que estas mujeres pretendieran engañarlo; sino que se trataba de una realidad psíquica y ficcionada. Donde la realidad para el ser hablante es fantasmática y donde el cuerpo sexuado no responde a las leyes de la anatomía sino que se encuentra atravesado por el significante.
Estas “conversaciones” con mujeres acercaron a Freud a la pregunta que Dora no terminó de formularse: ¿Qué es ser una mujer? Simone de Beauvoir, fundadora del feminismo moderno, dice que “no se nace mujer sino que se llega a serlo” aunque nunca del todo. El género es a construir y es performativo – es decir- que se realiza en acto. Ser hombre o mujer no se da de antemano y no hay anatomía que dé cuenta de ello. ¿Qué es un hombre o una mujer sino significantes? El género es una fantasía instaurada en la superficie de los cuerpos como efecto de un discurso que ejerce su poder. Un discurso que nos preexiste y a través de cuya matriz somos moldeados y reconocidos. El sujeto moderno es efecto de una fábula creada por la cultura de la ilustración europea. Un sujeto dueño de sí, racional, hombre, heterosexual, burgués, europeo y soberano. En este sentido el “padre del psicoanálisis” no queda sustraído del discurso de su época, siendo un claro representante del mismo. Es desde este lugar que él aborda lo femenino y desde dónde recibirá las mayores críticas por parte de las feministas, refiriendo lo femenino a una sexualidad reprimida, a una posición pasiva y envidiando el pene del hombre que a la mujer le falta.

Continuamos en la dimensión de una sexualidad concebida en términos binarios fálico-castrado. Donde privilegiar el Falo por encima de otros significantes, tiene como efecto un entramado de relaciones de poder que se terminan por naturalizar.

Roland Barthes dice muy irónicamente que si suprimieran el Edipo y el matrimonio no nos quedaría nada para contar. ¿Es posible pensarnos por fuera del entramado edípico? Claro que el Psicoanálisis no inventó el Edipo sino que Freud se sirvió de él para explicar la estructuración psíquica, pero no hay que olvidar que todo mito conlleva también una interpretación. La crítica que la filósofa feminista Judith Buttler le hace a Freud, es que para constituirse en discurso, el Psicoanálisis excluye la pregunta por las formaciones de poder que él mismo representa. Las estructuras freudianas no son universales ni ahistóricas. Y por eso es necesaria una revisión a la luz de esa historia silenciada, ya que al cristalizar la teoría no hacemos más que reproducir el orden que la impera. Edipo reinstituye el poder simbólico de una soberanía perdida que las mujeres pondrán en tela de juicio.
A la mujer nada le falta en lo Real, salvo un significante que nombre esa diferencia. Lacan logró hacer una mayor separación entre el órgano y su representante: el Falo. Incluso intentó cuestionar la idea de género al considerar que se trata de posiciones sexuadas. Y donde el que en todo caso tiene envidia es el hombre respecto de la relación que las mujeres tienen con cierto goce imposible. Ellas son más amigas de lo Real – dirá Lacan. Tal vez esto explique en parte el proceso de feminización que tuvo el Psicoanálisis a lo largo de los años. Las primeras mujeres se acercaron al mismo por ser esposas e hijas de psicoanalistas, como Ana Freud o ex pacientes de él. Será a partir de una segunda generación de mujeres analistas que empezaron a tener un lugar más relevante, al poder acceder al estudio académico. Y luego de la segunda guerra mundial muchas cobraron protagonismo al orientarse hacia el psicoanálisis de niños como Melanie Klein. Entre ellas hubo dos mujeres que tuvieron una gran influencia en los últimos años de vida de Freud: Lou Salomé y Marie Bonaparte. Lou Salomé se dedicó a los placeres de la vida rechazando el matrimonio burgués y se consagró a la vida intelectual. Fue conocida como “la dama de honor” al hacerse un lugar entre los pensadores de la época como Nietszche, Paul Rée, Rilke y Freud con quienes se relacionó de una manera fraterna. Dedicada a la literatura y la filosofía, es a partir del encuentro con Freud que empezó a interesarse por el Psicoanálisis. Con él entabló una gran amistad siendo la primera mujer en ser aceptada en el círculo psicoanalítico de Viena, dedicando gran parte de su obra al estudio sobre el Narcisismo. Admirada por Freud quien le dijo que “ella ponía un orden femenino en el desorden ambivalente de su propio pensamiento”. Otra mujer influyente en su pensamiento fue Marie Bonaparte sobrina nieta de Napoleón Bonaparte emperador de Francia. Se dedicó a investigar acerca del orgasmo femenino y fue una figura de importancia en la sociedad psicoanalítica francesa. Paciente, alumna, amiga y salvadora de Freud (ya que lo ayudó a escapar de los Nazis) es a quién él le dirige una de las preguntas que en la actualidad sigue sin respuesta: “La gran pregunta que nunca se ha respondido y que aún no he podido responder – dice Freud- a pesar de mis 30 años de investigación sobre el género femenino es ¿qué quiere una mujer?”
En relación a esta pregunta, Paul Preciado (filósofo trans) fue invitado a unas Jornadas de la Escuela Psicoanalítica francesa y dijo al respecto: “Ustedes organizan un encuentro para hablar de las mujeres en psicoanálisis en 2019 como si todavía estuviéramos en 1917, y como si ese tipo particular de animal, que ustedes llaman de forma condescendiente y naturalizada “mujer”, no tuviera siempre un reconocimiento pleno en tanto que sujeto político; como si ella fuera un anexo o una nota en pie de página, una criatura extraña y exótica entre las flores, sobre la cual hay que reflexionar de tanto en tanto, en un coloquio en mesa redonda. No tengo, ya lo ven, gran cosa que decir sobre las mujeres en psicoanálisis, sino que yo también soy, como Pedro el Rojo, un fugitivo, que yo también fui, un día, una mujer en psicoanálisis; que me asignaron un sexo femenino, y como el mono mutante, también salí de esa jaula apretada, tal vez para entrar en otra jaula; pero al menos, esta vez, por mis propios pies. Les hablo, hoy, desde esa jaula elegida y rediseñada, del hombre trans, del cuerpo de género no binario. Una jaula política que es, en todo caso, mejor que la de los hombres o la de las mujeres, porque al menos reconoce su estatuto de jaula.”
Aunque nos declaremos hombres, mujeres, trans, no binarios, etc., considero que todos somos en el fondo “Queer”. Ya que la sexualidad para el ser hablante se presenta como algo “extraño”, que no termina de inscribirse en el aparato anímico pero que se hace representar a través de la Pulsión. El lenguaje subvierte el orden natural donde la ficción se vuelve necesaria para hacer soportable ese punto enigmático, oscuro, indecible, imposible y éxtimo de nuestra existencia: la dimensión real del sexo. El concepto de Pulsión es –según mi parecer- el legado freudiano y es uno de los fundamentos del Psicoanálisis. Es aquello que lo diferencia de otros discursos como el discurso de Género (en tanto producto social y cultural) y de las reducciones biologicistas del sexo. La Pulsión no tiene género, edad, ni sexo y prescinde de objeto. Es aquello que se satisface en el recorrido y contorneo de un vacío. Como dicen Deleuze y Guattari en el AntiEdipo: “Ello funciona, en todas partes, bien sin parar, bien discontinuo. Ello respira, ello se calienta, ello come. Ello caga, ello besa. Qué error haber dicho El Ello.
Para finalizar considero que se vuelve necesario poder interrogar nuestra práctica a la luz de los tiempos que corren, sin dejar de escuchar lo que el ámbito social y político tienen para decirnos. Ya que aquello irreductible nos habla del “malestar” que la cultura conlleva. Dejarnos interpelar y ser permeables a otros discursos para propiciar una deconstrucción de la teoría, es lo que nos va a permitir sostener un Psicoanálisis en movimiento que pueda ser versionado. Como dice Paul Preciado se trata de “politizar el Icc” y de construir un “Psicoanálisis mutante” que pueda dar lugar a una nueva invención.

Bibliografía:

• Butler Judith (2007). “El género en disputa”, El feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona, España: Editorial Paidós.
• Deleuze y Guattari (2010) “El Anti-Edipo”, Capitalismo y esquizofrenia. Buenos Aires: Editorial Paidós.
• Foucault Michel (2008). “Historia de la sexualidad” Tomo 1: La voluntad de saber. Buenos Aries: Editores Siglo XXI.
• Foucault Michel (2012) “El orden del discurso”. Buenos Aires: Fábula TusQuets Editores.
• Foucault Michel (2008) “El poder psiquiátrico”. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
• Freud Sigmund (1990). “Obras Completas. Tomo VII, Tres ensayos de teoría sexual”. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
• Freud Sigmund (1990). “Obras Completas. Tomo XXII, conferencia 33° la feminidad”. Buenos Aires: Amorrortu Editores.
• Ganduglia Néstor (2016). “Que las hay las hay”. Brujas de dos mundos. Montevideo, Uruguay: Editorial Planeta S.A.
• Percia Marcelo (2014). “Sujeto fabulado I”. Notas. Buenos Aires: Ediciones La Cebra.
• Preciado Paul (2019). “Mujeres y Psicoanálisis” 49° Jornadas de la Escuela Francesa de Causa Freudiana.
• Roudinesco Élisabeth (2018). “Diccionario amoroso del Psicoanálisis”. Buenos Aires: Penguin Random House Grupo Editorial, S.A

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