Enamorarse de la persona equivocada
Amores al diván
Con frecuencia se ven casos de personas que en su lucha, muchas veces desesperada, por encontrar un compañero amoroso, repiten elecciones fallidas que los llevan a un estado de sufrimiento y carencia que, paradójicamente, ya conocen y han experimentado en parejas anteriores. El temor a la soledad, la ansiedad por cumplir con diversos mandatos, experiencias vividas tempranamente que marcaron un modo de relacionarse mediante el sufrimiento, son algunas de las características de estas personas.
La repetición en la elección de una pareja que hace sufrir en demasía podemos verla tanto en jóvenes recién salidos de la adolescencia como en personas maduras, ya que no depende de un rango etáreo sino de la constitución subjetiva que portan. ¿Me considero una persona que merece ser amada?, ¿busco desesperadamente que me “quieran” sin pensar en el precio que pago?, ¿confundo amor con obsesión? Suelen ser las preguntas que estas personas tienen grandes dificultades para responder.
Cuando hablamos de enamorarse de la “persona equivocada”, es el modo coloquial de referirnos a la elección de un partenaire amoroso que cumple con las características que hacen sufrir y que se repiten. Por ejemplo, el que es infiel, que miente, que estafa, que nos pone en riesgo, que nos maltrata física y emocionalmente, bajo la apariencia del amor. El término “persona equivocada” suele ser dicho por los pacientes cuando hacen una alusión a la repetición en la que se encuentran inmersos – “siempre me enamoro de la persona equivocada” – y que es uno de los mayores motivos de consulta psicológica en la actualidad.
Si bien cada caso es diferente y único, hay rasgos que solemos encontrar en aquellos que sufren por (des) amor. Suelen ser personas más influenciables, que al inicio de la relación rápidamente idealizan a la pareja, lo ven perfecto, totalmente complementario – no permiten que nadie cuestione esto – y dejan pasar de largo cualquier indicio que vaya indicando lo contrario. Si se repite, es siempre un indicio de que existe una carencia afectiva profunda, con sentimientos de desvalidez y baja estima de sí. Temen a la soledad, experimentan inseguridades marcadas sobre sus posibilidades de encontrar a alguien que los quiera y permanezca a su lado.
El entorno, que suele ser un buen observador de lo que ocurre, no es escuchado por el que sufre, al menos no mientras la relación tortuosa esté en curso. De todas formas es importante que aquellos ligados afectivamente de modo más saludable, insistan en dar su punto de vista y plantearle las dificultades, de nada sirve mantenerse indiferente. Sin embargo, existe un momento privilegiado para acompañar al ser querido que padece de esta repetición en su elección amorosa, y es cuando se encuentra herido tras la ruptura. Allí lo más conveniente es instarlo a que busque ayuda profesional.
Iniciar un tratamiento puede ser el inicio de una búsqueda diferente. Es difícil salir solo de una situación que es un círculo que se retroalimenta: estoy con alguien que me lastima y lo soporto por temor a estar solo; pero la relación fracasa y mi miedo a estar solo se concreta; entonces me agarro nuevamente de otra pareja que cubra el vacío. El circuito se repite, con las variantes que le ocurren a cada cual, y quien está tomado por esta problemática, elabora todo tipo de justificaciones que le dan “lógica” a su elección de pareja, cada vez. No obstante, hay un saber sobre lo que sucede, detalles, datos, que se suelen omitir para mantener la ilusión de que “todo está bien”.
Lo principal es pedir ayuda adecuada. De hecho, que alguien se analice es lo que permite que se haga las preguntas pertinentes respecto de ese modo reiterado que tiene de exponerse a situaciones que lo hacen sufrir y lo lastiman. Es el principio del fin del síntoma: enterarse de las determinaciones de nuestro padecer es la herramienta más valiosa para pararnos frente a la vida, y al amor y las relaciones en particular, de un modo nuevo, más satisfactorio.
La repetición de ciertos rasgos en las elecciones de pareja, es algo del orden humano y está determinada por múltiples factores, siendo los más intensos aquellos que resultan de experiencias tempranas. Nos sucede a todos. Lo que en muchas mujeres se ve con mayor frecuencia que en los hombres, es que el tema de la pareja tiene un protagonismo marcado, es un tema central en sus vidas y, en ocasiones, esa presión por tenerlo resuelto puede llevarlas a relaciones que no son del todo saludables. La soledad acucia a hombres y mujeres, pero en general una mujer suele ponerla a jugar como una necesidad a cubrir (como sea) con mayor ahínco que un hombre; así como para otros, el vacío existencial puede “cubrirse” con el trabajo, el dinero, una carrera, un emprendimiento, etc.
Aún en la posmodernidad, lo femenino sigue identificado con el amor, con los hijos, con la familia, con los lazos. No sólo hay mandatos sociales y familiares que las mujeres siguen recibiendo en su crianza, sino también hay características propias a los roles femenino y masculino. La concreción de una pareja es para la mujer un tema muy importante. Pero además, las mujeres suelen manifestar sus sentimientos más abiertamente, comparten con sus pares las desventuras, se enamoran del amor con mayor frecuencia que los hombres.
¿Qué es importante tener en cuenta?
- Conocerse. Saber de las necesidades personales y amorosas propias, es fundamental a la hora de elegir una pareja. Ganar este conocimiento da trabajo, pero vale la pena buscar en las profundidades ya que esto nos ayudará a vincularnos de manera más saludable.
- No aferrarse al ideal. Idealizar al inicio de una relación es esperable, pero esto en poco tiempo tiende a aterrizar en la realidad. Aceptar y permitir que esto suceda forma parte de establecer una relación madura.
- Estar atento. Desde el vamos nuestro partenaire amoroso dará indicios de sus verdaderos intereses, de su modo de relacionarse, de la valoración que hace de la pareja. Evitar la negación cuando aparezcan rasgos que nos disgusten, nos ahorrará grandes decepciones futuras.
- No apresurarse. La pareja se construye, no está dada desde el vamos. Encontrar a alguien con quien haya un encuentro pleno, lleva tiempo. El tiempo es algo que ciertas personas no toleran y así apresuran decisiones y elecciones que luego son insostenibles. Conocer el propio ritmo y entender el del otro es fundamental.