Texto

Autor: Nicolás Corrao

En su libro sobre las afasias, Freud sostiene que las parafasias son síntoma de un trastorno cerebral orgánico; sin embargo, este síntoma “no difiere del uso incorrecto de palabras o de su desfiguración por parte de la persona normal, que esta puede observar en estados de fatiga o de atención dividida, o bajo la influencia de afectos perturbadores” (pág.13). Los ejemplos de fallidos han sido para Freud un material valioso que le permitía dar a conocer la teoría psicoanalítica a un público ajeno al ámbito de la medicina. La palabra “fallido” hace referencia a lo frustrado, proviene del latín fallére (engañarse, equivocarse o caer), tiene entre sus derivados la palabra “falta”, procedente del latín fallĭta, en tanto carencia, defecto, fallo e infracción.

El trastrabarse es el grado previo de las parafasias; Freud le dedica todo un capítulo en “Psicopatología de la vida cotidiana”. Allí sostiene: “En el procedimiento psicoterapéutico de que yo me valgo para resolver y eliminar síntomas neuróticos, muy a menudo se plantea la tarea de pesquisar, desde unos dichos y ocurrencias del paciente producidos como al acaso, un contenido de pensamiento que por cierto se empeña en ocultarse, pero que no puede dejar de denunciarse inadvertidamente de las maneras más variadas” (pág. 82). Hombre de aproximadamente cincuenta y cinco años, se comunica con la Fundación pidiendo un turno presencial y le dice a Secretaría: “a ver si salgo”. Lo trajo a la consulta su preocupación sobre su salud luego sufrir un infarto meses atrás, del cual le colocaron cuatro stent. Había reducido la cantidad de cigarrillos que fumaba por día. Experimentaba cansancio, mareos, palpitaciones y dolor en la zona del hombro izquierdo. Contrató colaboradores y delegó algunos trabajos, acciones a las cuales se resistía. Su actividad laboral implicaba un considerable esfuerzo físico. Tenía un reducido círculo social. Pasaba gran parte del tiempo dentro de su casa, asistiendo únicamente a consultas con profesionales de la salud. Estaba separado. Tenía una relación distante con su hijo de veintiún años. “¿Cómo sigue mi vida? ¿Qué será de mí? Se me movió el mundo; mi mamá era de San Luis; mi idea era volver a San Luis; yo estoy cagado; me fui quedando solo. ¿Se me irá esto en algún momento?”, son frases que solía decir en el tratamiento. En una de las sesiones plantea su intención de practicar natación y agrega: “Me hice una resonancia magnética y tengo una hernia de disco; hay veces que he tenido que maniobrar equipos pesados; el traumatólogo me recetó una faca lumbar”. El analista le pregunta por ese fallido; el paciente responde: “No sé, analizalo vos; por una letra, no me cuestiones, Nicolás”.  Insiste el analista; el paciente dice: “Faca es muy tumbero, muy de cárcel; estuve tanto tiempo encerrado”. Una semana después cuenta que se había inscripto en un club para practicar natación y dice: “Voy a aflojar con la terapia; mi preocupación era salir y estoy saliendo; voy a continuar con el tema de San Luis; este poco tiempo que estuve acá pude charlarlo”.  En el Seminario V “Las formaciones del Inconsciente”, Lacan expresa: “…-digas lo que digas, pensando en ello o sin pensarlo, formules lo que formules- tan pronto entras en la rueda del molinillo de palabras, tu discurso siempre dice más de lo que tú dices” (pág.20). En las “Conferencias de introducción al Psicoanálisis” Freud se detiene en un cuestionamiento recibido en la lectura de fallidos: si el desliz es conveniente al trabajo analítico se lo acepta; si no lo es, carece de valor; del mismo modo que si un delincuente confiesa su delito a un juez, éste le cree, pero si lo niega, el juez no le cree. Freud responde: “Deben concederme que el sentido de una operación fallida no deja lugar a dudas cuando es el mismo analizado quien lo confiesa. Y a cambio de ello yo les admitiré que no puede obtenerse una prueba directa del sentido conjeturado cuando aquel rehúsa comunicarlo” (pág.45).

Paciente varón de aproximadamente treinta años. Su novia había finalizado la relación tras haber descubierto que él le era infiel con otra mujer. Esta última, a su vez, estaba saliendo con un amigo del paciente. Esto, al ser también revelado, produjo que el grupo de amigos se alejara del paciente, quien consulta tras un fuerte sentimiento de soledad. Estuvo un año y medio despotricando contra sus amigos, a quienes acusaba de haberle contado sobre la infidelidad a su novia. Se recriminaba no haber sido inteligente para manejar la situación de tal manera que su novia nunca se enterara del engaño. En una sesión cuenta que en sus años de adolescencia robaba productos en los supermercados y rompía espejos de los autos. Se considera un tacaño y agrega: “Las cosas me cuestan caro a mí; no me refiero a lo económico; por ahí las tengo que pagar”. Interpretando que el paciente asumía la responsabilidad de sus actos, el analista corta la sesión. Una semana después, el paciente dice: “Nos habíamos quedado en la sesión pesada… pasada”. ¿Por qué le había resultado pesada esa sesión?, consulta el analista. El paciente responde: “Nos quedamos en el valor de las cosas, no sólo monetarias; lo pensé por el lado de mis relaciones: ¿con cuánto estoy dispuesto yo a pagar por conservarlas?; me refiero a mi ex novia, a mis amigos; del grupo de amigos puedo rescatar mucha gente”. Freud agrega: “De nuevo hemos de admitir la importancia de las influencias acústicas, las semejanzas entre las palabras y las asociaciones usuales que parten de estas. Ellas facilitan el trastrabarse mostrándole los caminos por los que puede transitar” (pág.41). De todas maneras, el paciente se ocupó de afirmar durante las siguientes dos o tres entrevistas que esa sesión no le había resultado pesada.

En su libro “Variaciones del Sujeto”, Daniel Rubinsztejn dice: “El fallido, entonces, sería el modo equívoco de nombrar lo que no se puede nombrar. Una expresión irrumpe, sorprende al hablante que ha dicho una palabra en lugar de otra. La iniciativa del sujeto es (el) fallido, se escucha la diferencia entre lo que quería decir y lo dicho” (págs. 35 y 36). Entre los equívocos que expone Freud, se encuentra el fallido que deforma nombres, el cual puede ser leído como un menosprecio; situando la época en la que trabajaba con Breuer, Freud recuerda el caso de un colega que no compartía el método que estaban desarrollando, llamándolos a ellos “Freuer” y “Breud”. Otro ejemplo que presenta Freud es el fallido del presidente de la Cámara de Diputados austríaca, quien posiblemente no esperaba resultados provechosos de la jornada, ya que tras contar con un número suficiente de diputados, en el discurso de apertura da por cerrada la sesión. Freud agrega: “Ahora bien, numerosas observaciones me han enseñado que es muy común permutar entre sí palabras opuestas; en efecto, ellas están asociadas en nuestra propia conciencia lingüística, yacen muy próximas una a la otra y es fácil que se las convoque por error” (pág.62). El siguiente es un fallido que, en apariencia nada tiene que ver con la sesión, sin embargo, produce un material discursivo aprovechable. La paciente es una joven de veinte años. Consultó durante la pandemia por la relación con su padre, quien se fue del país hace varios años y con quien no mantiene diálogo desde hace mucho tiempo, dudando en establecer o no un contacto con él. Primeros días de enero de este año. Al ingresar la paciente a la sesión el analista le comenta que se había olvidado de prender el ventilador. La paciente responde: “No es necesario, no hace tanto frío… calor”. El analista le pregunta qué se le ocurre con este fallido. Ella, con mucha predisposición, contesta: “Un chico de la feria me pidió el Instagram”. En ese momento la paciente advierte que su apellido paterno coincide con la función laboral que el joven desempeña. Continúa: “Me lo encuentro en los pasillos; me dice: te traje un buzo porque me dijiste que hacía frío; me gusta cómo me trata; lo invité a salir el jueves, me gusta cómo me mira”. ¿Cómo te mira?, pregunta el analista. “Con amor –responde ella-, es una linda mirada; me dijo que le gustaría conocerme más y llegar a ser novios; me dice: te regalé el buzo, avísame cuando llegues al psicólogo; siento que es decidido y maduro; emana protección”. El analista le pregunta con qué asocia el significante “buzo”. La paciente responde: “Bucear, profundizar, meterse en las profundidades; me marcó mucho que mi papá no tenía ese interés de cuidarme; tenía que cuidarme a mí misma”. Afirma Lacan: “el inconsciente no es perder la memoria, es no acordarse de lo que se sabe”. Freud sostiene que cada equivocación al hablar tiene su causa; sin embargo, cuando el sentido de una operación fallida es confuso, el analista puede apoyarse en la situación psíquica de quien tuvo el equívoco, el conocimiento sobre el carácter de esa persona e impresiones que pudieron haberla movilizado a responder con un desliz verbal.

¿Qué ocurre cuando el fallido es del analista? ¿Promueve que el paciente produzca algo que no estaba pudiendo decir? La paciente es una mujer de aproximadamente cuarenta y cinco años. Está en pareja. No tiene hijos. Vive con sus padres. Reconoce que su dificultad no es dejar el hogar sino a su madre. Cuando queda sola en su casa sufre una serie de síntomas por los cuales consulta. Durante el tratamiento, la paciente se cuestiona por qué los últimos años no pensó en la posibilidad de ser madre. Decide comenzar a realizarse los estudios médicos correspondientes al proceso de ovodonación. En una de las sesiones, dice: “Decidí ser madre sin tener nada resuelto; cuando tenga el bebé, ¿voy a vivir en mi casa o en la de mi novio?”. El analista, en su intento por transmitirle: `el objetivo al que apuntas es ser madre`, tropieza y dice: “el objetivo al que amputas”. Inmediatamente la paciente exclama: “ese es tu fallido”. ¿Qué se te ocurre con mi fallido?, pregunta el analista. Ella contesta: “cortar el cordón umbilical con mi madre; ¿te das cuenta que lo planteo como si fuera madre soltera?; no sé si mi novio tiene el deseo; maternidad y paternidad es una función”. El analista la interpela sobre si es una o son dos funciones. Ella responde: “Vos escuchás lo que querés, Nicolás”. En su texto “El lapsus del analista y la interpretación”, Alberto Marchilli sostiene que el lapsus podría no haber ocurrido, es decir, supone una contingencia, la cual  “adquiere el acento de la sorpresa ante lo inesperado del acontecimiento” (pág.28). Le confiere al lapsus del analista el estatuto de interpretación y agrega: “aquello que estaba por llegar a ser no hubiera ocurrido de no haber habido un lapsus, que ese acontecimiento anticipador que se produce en el fallido –que se anticipa al cierre- es esencial a la interpretación” (pág.28). Este autor destaca que la enunciación del que habla es hecha por el analista; se produce una pérdida y se apuntala el deseo. Dice Marchilli: “En el lapsus el analista deja de estar tomado en el fantasma que le proponen” (pág.31). Paciente de aproximadamente cuarenta años. Recuerda que cuando era niño sus padres discutían permanentemente. Estos se separan cuando él tenía diecisiete años. Su hipótesis –que nunca pudo corroborar- es que el padre le era infiel a la madre. Durante un tiempo estuvo alejado de su padre. Hace unos meses, su esposa y madre de sus dos pequeños hijos descubrió que él estaba saliendo con otra mujer. El paciente ha evaluado el divorcio; sin embargo teme que el resultado sea separarse de sus hijos. En el intento por señalarle que se trata de un asunto exclusivamente matrimonial y no de su relación con los pequeños, el analista tiene un fallido: `vos no dejas de ser su hijo`. El paciente inmediatamente advierte el fallido y corrige: “Su padre”. El analista corta la sesión. Al ingresar a la sesión siguiente, el paciente manifiesta que ha observado que el analista siempre usa pantalón largo. Durante la sesión, el paciente comenta que mantuvo una breve escaramuza con su hijo, a quien le ordenó que se vistiera con pantalón largo mientras el pequeño se resistía y quería utilizar pantalón corto. El analista le pide que asocie con su fallido de la sesión anterior y el paciente responde: “En la adolescencia cuando perdí relación con mi viejo me aferré a mi vieja; no sé si era responsabilidad mía a esa edad tener relación con mi viejo; el problema que mi viejo tenía con mi vieja era de ellos, era de alcoba”. Concluye Lacan: “Y aún habría que decir del acto analítico que por ser, desde su revelación original, el acto que nunca triunfa tan bien como cuando es fallido”.

Bibliografía:

FREUD, S. (1901) “Psicopatología de la vida cotidiana”. Obras Completas:  Buenos Aires, Amorrortu editores, 2008, volumen VI.
FREUD, S. (1915-1916) “Conferencias de Introducción al Psicoanálisis”. Obras Completas: Buenos Aires, Amorrortu editores, 2008, volumen XV.
LACAN, J. (1957) “Seminario V. Las formaciones del Inconsciente”. Editorial Paidós.
LACAN, J. (1967) “La equivocación del Sujeto Supuesto al Saber”.
MARCHILI, A. “El lapsus del analista y la interpretación”.
RUBINSZTEJN, D. (2021) “Variaciones del sujeto”. 1º ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Editorial Logos Kalós, 2021.

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