Queridos colegas y amigos:

Hoy es un día muy especial.

Estamos aquí desde septiembre, pero es ahora que nos llegó el tiempo de la inauguración. Como decíamos ayer…, no siempre – o más bien pocas veces -, coincide el tiempo subjetivo con el cronológico. Y es esa brecha la que más de una vez nos juega malas pasadas; pero se trata de una discordancia estructural. ¿Cómo encajar, cómo hacer coincidir el tiempo propio con el del Otro, el del calendario, el del reloj? Esa sensación de faltar a nuestra verdad, de no ser coherentes con nosotros mismos, de desencontrarnos o alejarnos de nuestros genuinos deseos, es el campo de batalla donde se juega nuestra existencia. El esfuerzo que nos demanda día tras día el ejercicio de la desalienación, es lo que se hace escuchar a gritos en el malestar en la cultura.

El sujeto mismo se construye en cada una de sus pérdidas, “…entre lo que pierde el olvido y lo que la memoria transforma”… (Inscripción, en Los conjurados, de Borges), entre lo expulsado y lo afirmado, lo escrito y lo que no cesa de no escribirse.

Constituimos el pasado mientras vamos olvidando, borrando (como en la pizarra mágica). Se padece de lo que no ha podido devenir pasado, tanto en el sentido temporal como tópico, si no se desactivaron los restos perceptivos que le otorgan actualidad. Freud se refiere a ese trabajo del análisis con los términos “despotenciar el recuerdo, empalidecerlo, debilitar las impresiones, desvalorizarlas, quitarles su investidura energética”. Inscribir la diferencia desgasta la actualidad del acontecimiento y esa pérdida de goce es solidaria de la discontinuidad temporal que reorganiza simbólicamente el pasado, presente y futuro.

“No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí”, en los versos de Joan Manuel Serrat, que tanto resuenan en los de Borges: “Sé que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas perdiciones, ahora, son lo que es mío.”(Posesión del ayer)

Lacan advertía la discordancia fundacional: el destiempo… como “moción suspendida”… donde también se realiza la imposibilidad entre la diacronía y la sincronía del lenguaje…” Esa imposibilidad es inherente al sujeto: el desencuentro entre el devenir – o la temporalidad lineal continua – y lo atemporal, donde emerge la dimensión del acontecimiento que resignifica todo lo anterior. Es la del tiempo inconsciente, tan particular e inefable, que en la gramática llamamos futuro anterior: “habré sido”. Opuesto al tiempo superyoico del “hubiera o hubiese.”

Al decir de Borges, “al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso. No hay poeta, por mediocre que sea, que no haya escrito el mejor verso de la literatura, pero también los más desdichados. La belleza no es privilegio de unos cuantos nombres ilustres. (Prólogo a Los conjurados.)

“Se diría que el propósito de que el hombre sea dichoso no está contenido en el plan de la Creación. … Lo que en sentido estricto se llama felicidad solo es posible como fenómeno episódico;… estamos organizados de tal modo que solo podemos gozar con intensidad el contraste, y muy poco el estado. Ya nuestra constitución, pues, limita nuestras posibilidades de dicha.”,como lo dijo Freud en El malestar en la cultura.

La felicidad es efímera y evanescente, como el instante en que asoma la belleza.

El cada día de nuestra práctica analítica nos desafía a inscribir diferencias infinitesimalmente pequeñas, en mínimos trazos que van dibujando la línea asintótica del deseo. Esa es nuestra ética y nuestra dirección de la cura, que si no trae alivio e ilumina como estrella fugaz la belleza del instante, no sirve para nada. Por eso no nos alarma decir que la nuestra es una práctica amorosa.

Esta convocatoria cobra sentido solo si tiende a hacernos sentir mejor y disfrutar más, en los dos lados del mostrador, que por supuesto, son intercambiables. Las falsas imposturas, el saber que encubre la propia falta, están descartados en la tarea que nos proponemos realizar, que abreva en el bien común y el trabajo comunitario.

Es por eso que inauguramos esta casa que pretende ser la de cada uno a quien anime este espíritu.

Palabras pronunciadas por Lila Isacovich, el sábado 11 de abril de 2015, en ocasión de la Inauguración de la FUNDACIÓN TIEMPO, de Asistencia y Formación en Psicoanálisis.-